Friday, December 26, 2014

REQUIEM



Se preguntaba en qué lugar morirían las palabras, encontró la respuesta al leer una pregunta que se refería a los misterios de la muerte.
Supo desde ese instante que no es esa mujer enigmática quien las sepultaba.
No, ella no podía llevarse las palabras como hace con los cuerpos humanos o cualquier ser viviente.
Las palabras quedaban suspendidas en un espacio difícil de definir para quienes habían hecho un culto a la soledad.
Ese sitio existía en algún lugar de la mente y dura una eternidad.
No obstante resultaba una tarea casi imposible tratar de comunicarse con alguien que no es visible a los ojos.
Buscó mil maneras de concretar su deseo.
En ocasiones el llanto le impedía pensar con serenidad hasta que decidió hurgar en cada recuerdo tratando de hallar momentos de paz.
Ardua es la tarea de quien anhela resignación, más ardua la de aquel que no desea resignarse sino encontrar respuestas a cada inquietud.
En segundos la vida dio un vuelco espectacular, tanto que no tomó conciencia que había asistido al final.
Al final de la vida terrena, comienzo de otras vidas en otros planos de los que muchas veces había escuchado hablar.
No le resultaba fácil enfrentar la soledad.
Soledad que se había instalado sin pedir permiso, de manera brutal.
Soledad que comenzó a advertir cuando sostenía la mano de la persona que había sido su compañero en la ruta de la  vida.
Quiso enfrentarse al final, detenerlo.
Pasados varios días la volví a ver caminando por una calle cualquiera.
El paso inseguro.
Parecía que el destino había tomado parte de su propio cuerpo.
La noté más pequeña, quizás fuera la debilidad de su andar.
La mirada perdida mirando sin mirar.
Mirada embargada por la tristeza.
Tristeza que añora, días que no volverán.
Días donde las nubes se amontonan en el cielo a punto de estallar.
Mientras la observaba buscaba el trino de los pájaros que anuncian el regreso a sus nidos.
El mutismo era absoluto.
Me pareció que sus ojos buscaban algo determinado, no pude definir qué.
Una lágrima cansada recorría su mejilla.
Seguramente los recuerdos volvían a tallarle el alma.
Otra vez la soledad y el silencio formaban un círculo sigiloso.
En el centro de la figura estaba contenida la silueta de la mujer.
No tenía escapatoria, muda aceptaba la cruel realidad.