Elías es un hombre a punto de jubilarse.
La vida quiso que ingresara siendo menor de edad a la
oficina de correos de su ciudad.
La partida temprana de su padre, ser del que había heredado
las virtudes que enaltecen al ser humano,sumó al dolor de la pérdida la preocupación
por tener que ser el sostén de su madre y pequeña hermana.
La vida es comparable a las máscaras del teatro, en
ocasiones alegres otras con muecas de lágrimas.
Nada lo detendría, su extinto padre aún después de muerto le
ayudaría a tomar las mejores decisiones.
Pasada una semana se presentó en la oficina de correos.
No tuvo temor al hablar con el jefe de la entidad.
Inútil fue decirle que le guardarían el puesto de su
progenitor hasta que cumpliera la mayoría de edad.
Haciendo caso omiso a la advertencia, se presentó a la
mañana siguiente a trabajar pese a que le faltaban seis meses para cumplir los
diez y ocho años.
Explicó a quienes quisieran escucharlo que cumpliría el
mandato de su papá, no pretendía que le pagarán un sueldo.
Elías quería comenzar desde abajo, no le importaba que le
pagaran medio sueldo.
Su madre era buena administradora y una experta a la hora de
recortar gastos.
Cambiarían las escuelas privadas por la educación pública,
de esa manera no se resentiría el magro presupuesto.
Mientras Elías trabajaba y estudiaba, Brisa terminaría la
educación primaria.
Maribel, la madre, se dedicaría a tejer a mano, pronto su
producción terminaba en las manos de quienes sabían apreciar localidad de las
prendas.
En el interín Elías ingresó a la universidad.
La entrega de la nota de ingreso coincidió con su
cumpleaños, la mejor manera de festejarlo era llevar a su mamá una nota
brillante.
Durante muchos años siguió repartiendo telegramas en la
vieja bicicleta que le regalara su padre, él mismo la acondicionaba para que
luciera perfecta.
Nadie lo llamaba por su nombre, todos lo conocían como el
chico de los telegramas.
Sabía que en su moral cargaba ilusiones y alguna desgracia.
Jamás aceptó propinas, solo recibía algún bocado capaz de
endulzarle el alma.
El mismo día que recibió el título de relacionista público
llegó el primer ascenso.
Pasaría a una de las jefaturas del correo.
Maribel mostraba signos de cansancio en la mirada.
Inútilmente trató de hacerle entender a su madre que no era
necesario trabajara tanto.
Brisa se desempeñaba como maestra en un jardín de infantes.
La situación de la familia había cambiado con el esfuerzo de
todos.
Ahora era el momento que los hijos ayudaran a su madre que
tanto les había dado.
Maribel resignó su trabajo,solo tejería en ocasiones
especiales, como ahora que estaba formando el ajuar del bebé que esperaba su
primogénito.
Elías y Brisa conformaron sus propias familias.
El primero llegó a
ocupar los cargos más altos de la empresa.
Inauguró oficinas y estafetas en los lugares más remotos de
la provincia en que residían, todos deberían estar comunicados.
Gracias a su trabajo conoció el mundo, era un experto
organizador de tareas.
Creador de fuentes de trabajo, cambió viejas normativas del
correo que fueron recibidas con beneplácito por la comunidad.
Dio trabajo a quienes poseían capacidades diferentes,
cualquier ser humano voluntarioso y responsable puede repartir telegramas.
No temió el avance de la tecnología, sabía que el trabajo
mermaría de manera notable.
Logró que todos los empleados a su cargo se especializaran,
convirtiendo la vieja oficina en una transmisora de datos de última generación.
Joel su nieto mayor estaría a cargo de aquella.
Repasaba su vida, recordaba permanentemente a sus padres en
el instante que una asistente lo convoca a las oficinas que ocupa Joel.
Café de por medio el nieto le anuncia que ha llegado la
orden de jubilarse, solo seis meses lo separan del descanso merecido.
Pide a Joel volver en el tiempo utilizará esos meses para
repartir telegramas.
Busca en el cuarto de herramientas la vieja bicicleta que aún
atesora, la acondiciona a nuevo.
Mañana comenzará a transitar la última etapa como empleado
de correos.
Las luces del alba colorean el cielo.
El viento suave hace danzar las ramas de los árboles.
Se despide de su mujer con la pasión sosegada que traen los
años.
Inés le recrimina salga tan temprano.
El canto de los ruiseñores acompaña el derrotero.
No llegará a la estación de correos.
Las autoridades lo encuentran sin vida tendido al lado de la
vieja bicicleta.
Murió con la misma pasión que había vivido.
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