Soy azafata, nos han entregado los uniformes de la nueva
temporada, son vistosos, la empresa contrató a una joven diseñadora con el
objetivo de cambiar el clásico traje negro de pollera y saco por un vestido
estampado acompañado por una casaca lisa.
En la solapa llevamos el emblema de la empresa.
Sabía que el próximo destino sería República Dominicana.
Conociendo que se habían reincorporado el resto de mis
compañeras solicité se me otorgara una semana de licencia de vieja data.
Especulaba con mil respuestas, menos que accederían a mi
pedido.
Estamos preparadas en el aeropuerto, nuestro equipaje está a
bordo.
Abordaremos el pájaro plateado antes que los pasajeros.
En el salón del aeropuerto los altoparlantes dan el primer
anuncio, siempre se espera a los rezagados.
Adoro mi trabajo, me permite conocer historias diversas.
En minutos arribaremos al El Aeropuerto Internacional Toussaint Louverture, en los costados de la escalerilla
saludamos a cada uno de los pasajeros, la mayoría permanecerán poco tiempo en
el lugar.
En las afueras de la ciudad aún se encuentran
instaladas las carpas que albergan a quienes han perdido todo, pareciera que el
reloj se ha detenido en el tiempo, sobre todo para aquellos que no tienen nada.
Mañana a primera hora viajaré a Puerto Rico.
Estoy ansiosa por ver a mi amiga del alma, como siempre me espera en
el aeropuerto, le ido que me lleve a un hotel frente al mar que he visitado en
otras ocasiones, se niega, esta vez me abre las puertas de su casa.
El sol majestuoso aumenta la temperatura y la
humedad típica de la zona.
Esa primera noche han preparado un agasajo
por mi llegada, conoceré a los integrantes de toda la familia de mi amiga,
degustaremos las exquisiteces del lugar en un restó cercano a la playa.
Las farolas en el piso se asemejan a hongos
luminosos que van señalando el camino.
Flores desconocidas en otros lugares del
mundo adornan la mesa, el colorido contrasta con la blancura de los manteles.
La noche ha sido espectacular, el cielo se
vistió de gala, brillantes las estrellas y los destellos de la luna han sido
testigos de una velada inolvidable.
Creí que las sorpresas se terminaban esa
noche.
Temprano nos reunimos para el desayuno, no
puedo explicar el sabor de los mangos, fruto que compramos en cualquier lugar,
aquí son diferentes, dejan un sabor dulce capaz de alimentar ilusiones.
Busco vestimenta adecuada para pasar el día
en Laguna Grande, está a menos de una hora de la ciudad.
El atardecer nos encuentra al borde del
espejo de agua, lentamente el sol se aleja, aparecen en el universo colores púrpuras
y rosados.
La magia no terminaría en ese instante
supremo que preludia las noches.
A pocos metros varios cuervos exhiben su
plumaje negro, es el momento de ellos.
Les aseguro que no son como el imaginario
colectivo los piensa.
Tranquilamente conviven con todas las especies.
Capturo con una cámara fotográfica cuando
displicentemente sacian su sed.
Los veo levantar vuelo a destinos
desconocidos, la escena es motivadora, rica en imágenes.
Los días han pasado rápidamente, he
disfrutado de esta licencia inesperada.
En el aeropuerto son muchos los que me
despiden, algunos no pueden contener las lágrimas.
La promesa es regresar a la Isla del Encanto para
disfrutar y hacer crecer los lazos de amistad hasta convertirlos en indestructibles.
Los cuervos de Laguna Grande serán testigos privilegiados
del reencuentro.
http://www.youtube.com/watch?v=66ew3bhdLiY
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