El cuarto en el que me aislaron es pequeño, una cama como
las que se encuentran en las cárceles, una mesa en la que poso los alimentos
que casi no consumo.
Un biombo destartalado separa la llamada habitación de los
sanitarios.
Tengo ese privilegio de tener un espacio privado porque no
estoy cumpliendo ninguna pena, o tal vez sí, te enterarás si tienes ganas de
conocer la historia.
Una pequeña ventana con barrotes es la única conexión que
tengo con el exterior.
Por ella se filtra el sol fragmentado, por ella no puedo ver
un retazo de cielo que contenga estrellas.
De la luna y sus destellos tengo vagos recuerdos.
No sé cuando llegué aquí, me quitaron el reloj, la cadena
con el Cristo que colgaba de mi cuello.
Del techo pende un cable corto sosteniendo una lámpara
amarilla que ni siquiera tiene los voltios necesarios que iluminen mis
recuerdos.
Llegué aquí con algo que los médicos diagnosticarían como
brote psicótico.
Armaron un circo en la casa que ocupaba, un operativo con
ambulancias, bomberos y policías como si fueran a detener al peor delincuente.
No opuse resistencia.
Me sentí vulnerado en el momento que los paramédicos me
colocaron un chaleco de fuerza que impedía cualquier movimiento.
Ajustaron a mi espalda varios cintos,.
En ese instante entiendo que quise reaccionar con violencia,
me inyectaron un calmante, perdí el equilibrio, supongo que después me subieron
a una camilla.
Cuando desperté estaba aquí, tenía los brazos y las piernas
entumecidas, sin considerar el dolor que
tenía, las ataduras lastimaban la piel.
Un pobre tipo que solo había sentido un amor desmesurado por
la mujer de sus sueños, estaba en condiciones peores que un animal.
Grité hasta perder la voz, mi garganta era como una roca
gastada, herida hasta sangrar en la profundidad de sus vetas, ahogando cada
palabra.
Otra inyección para que durmiera.
Los sabios que decían cuidarme no sabían de mis pesadillas,
el horror se manifestaba cada noche.
Seres amorfos caían sobre mi cuerpo hasta dejarme al borde
del paroxismo.
No tengo familia, en realidad no tengo una familia
tradicional, mis hermanos con los que jamás congeniamos me trataron como si
fuera un bulto que molestaba.
Ellos se encargaron de elegirme este hospital.
En las pocas horas que tuve de conciencia plena convencí a una
médica para que no me sometieran a un electroshock, que más podían investigar
sobre mi cerebro si era un muerto en vida.
Cambié de estrategia para salir del infierno de las correas
que me sujetaban a la cama, hablaba menos que nada, respondía con monosílabos
para demostrarles que tenía signos de coherencia.
Las visitas de la doctora me producían placer, ella me
escuchaba, conservaba la prudencia de no invadirme.
Propició que me sacaran unos minutos a un patio, observar el
verde de las plantas me insuflaba vida.
Mi piel se lastimaba con la exposición al sol.
Lloré por primera vez hasta que mis ojos se convirtieron en
dos cuencos secos.
Sentí que se descomprimía el pecho, el llanto alivia.
Optaron por considerarme no peligroso, hasta que vino un médico
sabiondo que dictaminó que era propenso al suicidio.
¿Qué sabía ese mocoso.
¿Qué podía saber de la mente de un desconocido?
¿Qué sabía de las pérdidas amorosas que me marcaron la vida?
Una vez más tendría que fingir ser quien no era, acceder a
estudios que menoscaban la integridad de un hombre.
Mónica la médica era la única que me comprendía, a ella le
contaba las penurias de mi vida pasada, tan cercana y tan lejana.
Me dolió la cara cuando esbocé una sonrisa después de mucho
tiempo.
Devoraba los libros que me traía, mientras leía
protagonizaba las historias escritas por otros.
La felicidad o algo parecido solía visitarme.
No sé si fueron momentos felices eran liberadores de
angustia y nostalgia.
Violeta todas las mañanas rasura mi rostro, los locos no
podemos afeitarnos solos, me quita años de encima, no puede aliviar mis penas.
Las noches de espantos continúan, las pesadillas lejos de
moderarse se agravan.
Los somníferos no causan efectos, han minado mi cuerpo.
Mañana le quitaré la navaja a Violeta, es bella y frágil, no
será difícil dominarla.
Terminaré con el sufrimiento que no elegí.
El último pensamiento mientras la sangre fluye como un río
incontenible, será para la mujer de mi vida.
https://www.youtube.com/watch?v=7AlEvy0fJto
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