Mi vida es efímera, suelo habitar lugares húmedos donde los árboles
sin temor se abrazan formando un techo de hojas perennes en el sendero que los
atraviesa.
Necesitaba que cayera la tarde para que me pudieran observar.
Mis amigos los habitantes de este sitio mágico estaban
ensayando un concierto para recibirme.
No me dejé ver.
Como toda mujer soy curiosa, la sorpresa se anticipaba.
Cualquiera que no me conociera no se daría cuenta quien soy.
Mi apariencia no encandila a nadie a la vista diurna, semejante a otras especies que moran
en los lugares boscosos, lugares donde no es necesario que haga calor aún cuando
mi esencia los prefiera ya que alargan mi corta vida..
¡Qué distraída soy!
Olvidé contarte que soy una Luciérnaga, algunos suelen
llamarme bichito de luz.
Exhausta por el viaje decidí posarme en una hoja, suave la
brisa lograba ejecutara una danza indescriptible.
Mientras esperaba sujeta al mullido verdor de quien me
sostenía, observaba que la ardilla mayor en sus manos blandía la batuta.
La orquesta debía sonar con acordes melodiosos, tan
melodiosos que fueron capaces que los pimpollos se convirtieran en pocos
segundos en flores impresionantes.
Creí que algunas lloraban, me di cuenta que las esferas
circulares del rocío agregaban más belleza a la innata.
Estuve presente en el momento que guardaron los instrumentos.
El ensayo anticipaba un festejo memorable.
No estaba conforme con mi aspecto, demacrada, vestida de
gris, debía estar acorde al festejo con el que me recibirían.
Opté por vestirme de luz.
Luz que me indicó el camino correcto.
Pedí ayuda a las otras luciérnagas, estaban gozando de un
descanso reparador.
No les importó interrumpirlo, todas concurrieron en mi ayuda
para que en el final de mi corta vida fuera inolvidable.
Me veía bien, el tiempo no sobraba, tenía que buscar que mi
vestido de luces fuera capaz de abrir el corazón de los incrédulos.
La mesa estaba tendida, las velas encendidas no opacarían mi
luz.
Todos trabajaron para que nada faltara.
Entre la muchedumbre de duendes y hadas advertí t presencia,
debo reconocer que al principio no pude contener el temor que hacía que mis
alas tuvieran un movimiento difícil de controlar.
Tu sombra lejos de arredrarme me brindó energía desconocida.
Sería una torpeza de mi parte decir que no se me escapó una
lágrima de compasión, compasión al notar que te olvidaste de compartir todos tus
momentos como antes.
No te juzgaré, para ello existe un ser superior.
Tengo muy claro que las luces del alba decretarán mi fin, no
o hasta el final.
Esperaré con la sapiencia que dicta el deber cumplido que
puedas abrir tu corazón con el único objetivo que sepas valorar cada detalle
que la vida te regala.
Mi tiempo expira, lamento que no hayas podido observar la
pequeña luz que de mil formas quise llegara a tu.
No dejes que tu corazón se convierta en un músculo lleno de callos,
esas cicatrices son imposibles de eliminar.
Debo partir, no quiero que nadie vea las lágrimas que derramé.
Seguramente esta Luciérnaga no regresará como ayer, serán
mis descendientes quienes intenten limar las asperezas de tu corazón.
Apagada o encendida mi lucha la seguirá los de mi especie,
la idea siempre será compartir más allá de una palabra tergiversada.
La fiesta en mi honor termina, debo partir.
http://www.youtube.com/watch?v=GVgS-WPdmdo
No comments:
Post a Comment