Wednesday, March 05, 2008

ANTES DEL FIN

Antes de morir quiero volver a verlo, soñar que camino sola hacia el altar, donde me espera el amor que no fué.
Necesito antes del fin estrenar mi vestido de novia, ese que tengo envuelto en tela de color azul, para que no pierda la blancura inmaculada.
El mismo que mis manos bordaron, cada cuenta de cristal era una esperanza, cada lentejuela de nácar un sueño.
Deseo comprar las rosas y magnolias que adornarán el altar, yo misma lavaré los manteles que cubren los altares, almidonaré las puntillas para que luzcan como alitas que intentan despegarse de la tela.
Llamaré al tenor del pueblo para que cante con su voz angelada el Ave María, limpiaré el rosario para que brille , cortaré de mi jardín pequeñas flores amarillas para ornamentarlo, la sujetaré con varas de muguets y cintas rosadas.
Antes de morir quiero sentir el calor de tus brazos rodeando mi cuerpo, tu aliento tibio recorriendo mi cuello, hasta confundirse en una lengua de fuego y misterio.
Iré sola al curso prematrimonial, le diré al diácono que tú lo haces en otra iglesia, no te preocupes nada tendrás que hacer.
Llegó el día, me maquillo suavemente solo resalto mis ojos para enamorarte.
Calzo el vestido, me miro al espejo y sonrío tristemente.
El auto me espera para llevarme a la iglesia, sé que estará allí amoroso esperando mi llegada, repaso mentalmente la ceremonia, conozco cada instante de ellas, en tu ausencia fui a ver otras novias, llegaban como ángeles asidas al brazo de su padre, contenían las lágrimas.
Te prometo no llorar cuando el sacerdote consagre nuestro matrimonio, conozco de memoria cada palabra.
La iglesia está iluminada, en este momento se abren las puertas de doble hoja, flores en los bancos, la mirada de todos los asistentes.
Avanzo lentamente, un niño de rulos dorados como el sol precede mi paso, en sus manitas lleva las alianzas, espero te gusten, no estabas cuando las compré, confía en mi, amor, en el interior grabé nuestros nombres.
La música resuena en los techos abovedados de la iglesia, saludo a quienes creo conocer con una sonrisa lánguida.
Me desplazo sobre la alfombra roja, el camino hacia vos parece eterno.
¿Qué pasa?
El sacerdote está de espaldas.
Me acerco y no veo tu mano extendida.
La música se apaga como mis sueños.
Corro hacia la salida, nadie me espera.
La noche negra no está poblada de estrellas, la luna se esconde detrás de las nubes.
La llovizna persistente moja mi vestido.
Como una autómata cruzo la avenida, un auto me atropella, tendida en el pavimento, me siento acompañada, cierro los ojos para encontrarte.

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