Era difícil sacar a los más pequeños de la conmoción que
producían las imágenes de la televisión.
Temprano todos habían colaborado en la selección de ayuda para
llevar al aeropuerto.
Ni grandes ni chicos estábamos preparados para entender
todas las barreras que se interponían para que un avión con la panza llena de
solidaridad despegara.
Todos y cada uno tuvimos sentimientos encontrados.
Nadie sabía responder el por qué de tanta burocracia cuando
es tan sencillo dar y tan difícil recibir.
Han pasado días del episodio que produjo tanto desamparo,
nadie estuvo en su lugar cuando se lo requería.
Los menores siempre creen que el intercambio es algo
inocente, episodios que no deberían tener escollos cuando se trata de ayudar a
quien lo necesita.
Ayer fue el cumpleaños de uno de ellos, un chico inocente
que ignora los manejos intolerables de los más grandes.
Ninguno tenia ganas de festejar, vestir el traje de animador
en la tertulia, repartir globos y cotillón.
Nada era significativo ante la magnitud del desastre natural, ninguno entendía
que las personas elegidas por una parte de la sociedad hubieran olvidado que tenían la obligación de
prevenir.
Era injusto festejar un cumpleaños en medio de la nada que
se apoderaba de los otros sin pedir permiso.
Era injusto privar de un festejo a un niño en el día de sus
cumpleaños.
Para ser coherente con el sentimiento que nos embargaba
decidimos llevar a los bajitos a presenciar una obra de teatro.
Elegimos una que pudiera ser comprendida por todos los
asistentes, sabíamos por anticipado que contenía un mensaje implícito.
La primer pregunta no tardó en llegar, mientras esperábamos
que se levantara el telón, las dos máscaras que representan el teatro estaban
posadas en el terciopelo de aquel.
Nina preguntó por qué una mostraba una sonrisa y la otra un
rostro triste.
Acorde a su edad le ofecimos las explicaciones
correspondientes, una representa la alegría de vivir y dar, la otra muestra las
miserias que aquejan a más seres huanos de los que imaginamos.
Aplaudieron a rabiar una de las canciones más conocidas.
Expectantes los mayores no pudimos detener una lágrima por
aquellos que no solo perdieron objetos materiales, también perdieron identidad,
recuerdos y lo más valioso que es la vida.
No fue una celebración como cualquier otra, la angustia se
hizo presente.
Aquí me detengo. Deseo decirle a los responsables de la
tragedia que miren sus corazones, que las ansias desmesuradas de poder no los
cieguen.
Demuestren con hechos que el futuro es de los niños más allá
del archi conocido discurso, discurso repetido, discurso mentiroso que va menguando sus
aspiraciones personales.
Permitan que cada niño pueda recitar la escala musical,
permitan que tenga espacio la alegría.
No lloren con lágrimas faltas de sentimientos.
Do, Re, Mi, Fa, Sol, Sí por un mundo mejor.
http://www.youtube.com/watch?v=Pnv94SWwsjQ
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