Saturday, September 11, 2010

HISTORIA DE UN MAESTRO




Es joven, decidió dejar las comodidades de la ciudad para prestar sus servicios en una escuela rural.
En la casa quedaban sus padres que sabían de su vocación, de la entrega diaria.
Jamás había adherido a una protesta, entendía que los problemas de los grandes no debían afectar a los más chicos.
Veinticuatro horas demandaría el viaje para hacerse cargo de la escuela ubicada en un paraje tan lejano que la esperanza por allí no se detenía.
La escuela era pequeña, estaba enclavada en un claro de un monte que poco a poco la mano del hombre impiadosa iba desguasando.
Su madre había colocado en el equipaje del joven maestro un paquete envuelto en papel de regalo.
Por fotos conocía que la bandera que ondeaba en el mástil era un viejo harapo, cansado flameaba cando la brisa tibia se adueñaba del lugar tan solo como inhóspito.
Ni bien llegó ocupó la habitación designada como dormitorio.
Poco a poco fue comprando los utensilios de cocina que faltaban el gobierno de turno se había olvidado de proveerlos.
Él solo pensaba en los alumnos a los que no se podía pedir rendimiento si solo recibían una taza de mate cocido y un pan.
Niños que los lunes descalzos caminaban kilómetros para llegar, niños olvidados por un estado ausente.
Con esfuerzo consiguió que una empresa donara zapatillas que abrigaran pies helados por transitar entre charcos de agua, guardapolvos blancos para hacerlos sentir como los niños de la ciudad.
Muchas veces en soledad derramó lágrimas ante tanta desidia.
La fuerza de los alumnos era una muralla que contenía sus emociones.
Debía ser fuerte por ellos y para ellos.
Los sábados llegaban las encomiendas que su familia enviaba.
Ese día los chicos regresaban a sus hogares.
Los lunes todo volvía a comenzar.
Su meta era luchar por los olvidados, formar hombres y mujeres de bien.
Fue cocinero de comida para llenar panzas vacías, hacedor de ilusiones para aquellos que para el estado no existía.
Han pasado cincuenta años.
Hoy la escuela cuenta con luz por medio de paneles solares, se han ampliado las instalaciones, los niños ya no deben cubrir grandes distancias a pie.
Ernesto se jubiló, jamás volvió a la ciudad que lo viera nacer.
Hoy celebrará con esa camada de niños otro día del maestro, apoyado en su bastón recorre el jardín, en sus manos lleva un paquete especial, contiene una nueva bandera para estrenar el mástil de metal.
Una voz, todas las voces agradecen a ese hombre que tanto supo dar.

http://www.youtube.com/watch?v=rp3CeqF3z…

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