En una semana debo viajar a Jamaica, la intención es realizar
un aporte a la revista mensual que alguna vez dirigí.
Tengo libertad para realizar la editorial, solo me piden que
tenga en cuenta la proximidad de la primavera.
Días antes renové el pasaporte, mientras conversaba con el
empleado que me atendía noté que jamás había visitado esa isla.
En cuarenta y ocho horas lo tendría en mi casa, la noticia
me quitó una mochila pesada, temía no llegar con los tiempos, no me dejé estar,
ignoraba un viaje tan próximo
Fue tarea fácil armar la maleta, ropa liviana para disfrutar
unos días de magia y encanto.
Llegué al aeropuerto con la mejor predisposición, no me
importaba sufrir la cancelación de algún vuelo, de Ezeiza saldría al día
siguiente.
Me sentí rara al ver que todo funcionaba como un mecanismo
bien aceitado, las demoras eran un fantasma que no acechaba, buen indicio para
proseguir con el viaje.
En el bolso de mano llevaría los grabadores, cámaras y
filmadoras, la aventura comenzaba.
El arribo al aeropuerto jamaiquino fue auspicioso, nos
recibieron con coronas de flores y la música de los tambores, la suave melodía
de los kabosys, de las cuerdas ligeras surgía música angelada.
La posada era perfecta, la habitación tenía todas las
comodidades imaginadas, la vista al mar parecía salida de un cuento.
Desayuné frutos del Caribe, un pocillo de café generoso
completaba la ingesta.
Aldo me esperaba en la puerta, en el asiento del acompañante
había un ramo de flores de la zona, perfecto,colorido.
Recorrimos los lugares turísticos, me contó que en dos días celebraría su
cumpleaños, en un lugar al que solo se puede acceder si se mantienen vivos los
sueños, estarían sus amigos de la infancia.
Sería la invitada especial al evento, me sentí halagada.
La noche anterior la ansiedad logró que el sueño se
interrumpiera varias veces.
Por la mañana cargué en el bolso mi material de trabajo,
prolijamente envueltas en celofán una caja de habanos seria el regalo a mi guía.
La última parte del trayecto caminamos a la vera de un mar
azul, en los negocios de la costanera las mariposas aleteaban su vida efímera.
Las flores estallaban en sinfonía perfecta de fragancia y
colorido, el sol radiante, prolijo dibujaba nuestras sombras en la arena.
En pocos minutos ingresaríamos a una caverna natural.
Lejanos llegaban los acordes de los instrumentos, acordes
celestes capaces de transportarnos a otros tiempos.
Aldo estaba feliz, el abrazo de los amigos no tardaría en
llegar.
Reunidos alrededor de una mesa de piedra nos contó de su infancia,
en ese sitio que ocupábamos, se reunía con otros niños, exploraban cada grieta,
cada formación de las rocas, jugaban hasta la aparición de las primeras
estrellas.
El cielo violeta pronto se transformaría en azul casi negro
para darle paso a los destellos de la luna inquieta.
Es imposible describir con palabras el tiempo pasado, con
sus manos fuertes corrió una de las rocas, el sitio estaba iluminado por los
sueños, era guardián de secretos de la infancia, imaginar los juegos de varios
chicos en esa belleza natural avasalla al más sereno.
Grabé y filmé tanta hermosura.
En un momento Aldo sacó un papel del bolsillo de su camisa,
me pidió que escribiera un sueño, le comenté que no hacía falta escribir el
gozo que sentía, el eco de mi voz llegaría a las entrañas de las rocas, allí
quedarían guardadas para siempre.
Pedí por todos los seres que me rodean, por todos los que se
ganaron mi cariño, no olvidé recordar a los otros que no están por circunstancias
que reservo en mi alma.
La roca fue devuelta al lugar original.
Emprendimos el regreso, lágrimas y silencio sellaron el
recorrido.
No dudes en aferrarte a tus sueños, los míos se están
cumpliendo, nunca te aferres a la intolerancia si tu idea es construir un mundo
de entendimiento.
http://www.youtube.com/watch?v=4cmffLlkwxc
1 comment:
Segun leo y luego me cuentan, debe ser un lugar maravilloso.
Yo no podria entrar aunque quisiera, No es que sufra clautrofobia, Es una deficiencia física
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