Desde que renunciara a la dirección de una prestigiosa
revista, Mar se ha dedicado a viajar.
A veces extraña el sonido del despertador, las corridas para
llegar a tiempo al trabajo, el apuro para entregar la editorial que iniciaría
la revista.
Conserva su departamento con vista al mar cercano al
edificio para el que prestaba servicios.
Desde el ventanal observa el movimiento constante del agua,
pese a que ha viajado mucho nada le fascina más que esa danza continua que
inevitablemente morirá en la playa adornando la arena dorada con ondas de
blanca espuma.
Su espíritu inquieto la llevó a retirarse cuando había
alcanzado el reconocimiento mundial.
Tenía como único derrotero vivir más allá de cualquier
pretensión material que obnubila a los seres humanos.
En el aspecto personal, el amor le había sido esquivo, pocos
hombres toleraban que la mujer fuera una estrella reconocida por sus propios
meritos.
Amó intensamente, fue correspondida, jamás aceptaría límites
que le impusieran abandonar su vocación.
De sus amores recuerda lo bueno, lo otro no lo guardó en el
baúl del olvido, simplemente lo dejó en un compás de espera, el olvido en el
sentido literal de la palabra no existe, siempre aparecerá una frase, una
imagen que le recuerde a quienes compartieron etapas de su vida.
Ernesto el dueño de la editorial suele pedirle
colaboraciones para fechas especiales.
Siempre es convocada para brindar charlas relacionadas con
su antiguo trabajo.
Ama el clima cálido pese a haber elegido un lugar frío para
establecerse.
Después de un día de playa en una isla lejana ocupa una mesa
de la terraza del hotel, desde allí puede observar a los surfistas, hombres
valerosos que no le temen a la altura de las olas.
Mientras hidrata el rostro
bronceado sonríe, sin exponerse demasiado ha logrado un color que es
admirado, tanto como su figura de diosa pagana oculta debajo de un colorido
pareo.
No tardarán en traer a su mesa un jugo, la espera la utiliza
para fotografiar un paisaje salido de un cuento.
El celular la saca del estado de ensoñación, Ernesto le pide
que viaje a un sitio lejano, le recuerda que en pocos días se cumplirá otro
aniversario de la revista.
No puede negarse, deberá interrumpir el descanso para viajar
a un sitio remoto, es la única manera de obtener una nota que cautive a todos
escrita con la sencillez que la caracteriza.
Descarga la memoria de la videograbadora, igual procedimiento
para los celulares.
Tiene todo listo para partir al alba.
Como destacada profesional no duda en sacarse fotos con
aquellos que la reconocen en la estación aérea, en pocas horas estará en su
nuevo destino.
El lugar la impacta, está en los Jardines de Getsemaní, se
siente pequeña ante tamaño paisaje, fotografía todo.
En la ladera sur del Monte de los Olivos dos seres con
apariencia de mujer hablan, los atuendos que lucen si bien son etéreos son
opuestos, una viste con colores oscuros que destacan la palidez de su rostro,
la otra está cubierta de flores frescas multicolores, enciende el grabador.
Mar está escuchando a Vida y Muerte, no hay reproches, solo
diferencias de concepción.
Una le dice a la otra que es su continuación, Vida no acepta
fundamentos, esgrime su luz, cuenta a Muerte de las alegrías que significan
estar vivos sin importar los avatares que eso conlleve.
Muerte y Vida no reparan en la presencia de Mar quien las ha
retratado, cada una en su estilo opuesto tiene singular belleza.
Una pequeña piedra hará que Mar caiga desde muchos metros,
Muerte sonríe como si fuera a obtener un trofeo.
Vida sabe que no tiene tiempo, sus brazos se convierten en
alas, alas que sostienen a Mar para que regrese.
Nadie se declara ganadora, no era el instante para que Mar
tripulara otro viaje.
http://www.youtube.com/watch?v=8iebndRX_FA
No comments:
Post a Comment