Hace unos meses mientras hojeaba los diarios a través de la
red me detuve en una convocatoria que hacía el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
dirigida a escultores de la región con el propósito de renovar fuentes,
monumentos, estatuas y colocar nuevas en sitios donde hiciera falta.
Imprimí las bases del concurso y se las llevé a una artista
plástica cuyas obras son conocidas a nivel mundial por la pureza de sus obras y
la creatividad con que dota a cada una.
A lo largo de su carrera brillante ha tallado mármoles que
han quedado grabados cual tatuaje en la imaginación de quien ha tenido acceso a
la multiplicidad de su excelso trabajo.
Al principio no se mostró muy atraída por el ofrecimiento.
Consideraba que le faltaba tiempo real para participar en un
nuevo emprendimiento máxime cuando estaba abocada a finalizar una serie de
figuras que serían colocadas en un sitio especial donde se recuerda a quienes
han partido para continuar su vida en otros planos.
Se mostró asombrada cuando le pedí el material con el que
había soñado esas imágenes.
Sin mayores rodeos le dije que quería que la figura fuera
tallada en Rodocrosita piedra nacional de Argentina.
Abrió sus ojos en forma desmesurada.
El no fue rotundo, entendí su sorpresa, era difícil conseguir
una masa de la piedra elegida, transportarla hasta su taller, más no era
imposible y confiaba en mi poder de convencimiento.
Le pedí que no se negara antes de conocer la historia que
sustanciaba mi pedido.
Cuando observé que dejaba los elementos con los que la
encontré trabajando pensé que se habían muerto mis sueños.
Nada de eso ocurrió.
Juntas nos fuimos a una cafetería.
Tomó un block y un lápiz.
Mi corazón brincaba de alegría, era el inicio de una nueva
obra.
Le conté de mi breve conversación con Martina, una niña casi
adolescente que logró cautivarme con su voz y educación.
La sorpresa al escucharla, se parecía demasiado a mis hijas,
era la ocasión para recordar esos segundos tan tibios más allá de los tiempos.
Mientras le contaba la breve historia, Inés comenzó a darle
forma a un boceto.
Supo que de mi parte haría lo imposible para que esa
escultura fuera emplazada en el Parque Las Heras de la Ciudad de Buenos Aires.
Un lugar soñado, con mucho verde, verde que en esta época es
salpicado por los colores ocres y dorados que trae el otoño.
Sitio que Martina recorre tomada de la mano de su abuela.
Espacio en declive que atesora las risas de la nena.
Sabemos que una escultura requiere tiempo.
Han pasado varios meses de mi solicitud original, he viajado
todas las veces que pude para ver los avances de la escultura.
Escultura que fuera elegida por el gobierno citadino.
Inés agregó al boceto original escalones que culminan en una
gran fuente de agua.
Los picos de agua fueron colocados en el fondo de la escultura.
La imagen de Martina fue cincelada tal como deseaba.
La talla en Rodocrosita la muestra tal cual imaginé a esa
niña.
Tiene cabellos largos, en el atuendo se pueden observar los pliegues
de la pollera.
La mirada refleja el asombro que sentí al escucharla.
El agua será el hilo conductor para que la primera
comunicación trascienda todos los tiempos.
Sé que la obra fue erigida en uno de los laterales del
parque, está rodeada por canteros conteniendo fragantes flores perennes.
Espero que nunca deba ser rodeada por rejas para preservarla
de las manos que todo avasallan.
Martina por ahora nuestro hilo conductor será el agua de la
talla.
Fue pensada para vos y por vos.
En mi próximo viaje celebraremos juntas con el abrazo que
nos debemos, por ahora te llevo prendida en mi alma.
http://www.youtube.com/watch?v=WYkYjdTF7cQ
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