Mi nombre es Hefesto,
fui parido por Hera, desde la concepción mi madre me odió ignorando que no era
el culpable de sus devaneos sentimentales.
Con el `propósito de lavar su honra no dudó en arrojarme al
precipicio desde el que nadie renace sin máculas.
Tarde nueve días y sus noches en llegar al que sería mi
hogar en el fondo del Olimpo.
Pensé en las entrañas de Hera que era un hijo esperado.
Me equivoqué de mi madre solo recibí desprecio y ninguna caricia,
caricias que reciben los bebés recién nacidos.
Soy producto de una noche prohibida, noche donde reinaban
las pasiones.
Pasiones en las que no faltaba la promiscuidad de una mujer
que anhelaba tenerlo todo sin importarle las consecuencias.
De estadíos de felicidad no recuerdo más que los momentos en
que estaba en el vientre de Hera, no puedo decir mi madre ya que para Hera solo
fui una molestia de la que había que deshacerse rápidamente.
Con subterfugios variados ocultó a mi padre que en sus
entrañas crecía un ser que no había pedido venir al mundo.
Aferrado a la vida creí que mi nacimiento despertaría en
ella el instinto maternal que tienen las mujeres.
Nada más alejado de ello.
La época en la que me concibieron la ayudaba a vestir
atuendos holgados que disimularan mi futra llegada.
Terciopelos y sedas bordadas con finas piedras ocultaban mi
próxima llegada.
Poco antes de mi arribo, optó por realizar un viaje que la
depositaría en un castillo erigido a orillas del Mar Egeo.
Una mansión lindísima donde pensé que mi llanto sería
acunado por el rumor de las olas.
Pálida, con los dolores que dejan marcas en el rostro de una
parturienta, no dudó en ordenar que fuera arrojado desde un precipicio que se encontraba ubicado detrás del palacio que
la había alojado hasta el momento de dar a luz.
Hera no se conmovió con los vagidos y el llanto del bebé que
había parido.
Debía regresar al reino que compartía con mi padre para ocupar un lugar que no le
correspondía.
Pensó por un instante que ese recién nacido jamás sobreviviría
a su cobardía.
Nueve días con sus noches, noches cargadas de brumas y
tinieblas no alcanzaron para que muriera.
Toqué fondos siniestros, sin guía me acerqué al dios de los
vientos ignorando que juntos podíamos ser letales.
Al principio todo era un juego, con la ayuda de Eolo
encendíamos pequeñas fogatas,en adelante serían destructivas.
Sin quererlo supe que tomaría venganza contra el accionar de
mi desamorada madre.
Con la ayuda de Eolo arrasábamos con todo y contra todos.
Tuve tiempo para llorar ante la destrucción que propiciaba.
Mis lágrimas no alcanzaron para amortiguar mi furia posesa.
Encendí pasiones en los terrenales, te aseguro que no puedo
dominar mi voluntad y en ocasiones atravieso etapas que quisiera borrar Demi memoria
para siempre.
Estoy cansado, no quiero consumir valles ni quebradas.
Amo como todos los seres terrenos, la fragancia de las
flores,amo la vida que mi propio fuego va consumiendo.
Con un rugido rojo te pido que no alimentes mi sed de
venganza, no construyas tu hogar en lugares prohibidos.
No estimules mi pensamiento.
Pido perdón por los desastres que ocasiono.
Benefactoras las gotas de lluvia podrán apagarme casi para siempre.
Reza conmigo, conviértete en mis muletas.
Quiero descansar, no quiero dañar tu futuro mantente alejado
de la destrucción que produzco por falta de amor.
Respétame.
http://www.youtube.com/watch?v=7nig0FfBcyQ
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