Todos sabemos que la catedral de Santa Sofía ha sido
declarada como una de las maravillas del mundo y de verdad quienes se ocupan de
esos menesteres no podrían haber elegido mejor lugar para otorgarle una
distinción merecida.
Enclavada en una colina se destaca la edificación bizantina,
columnas delicadamente moldeadas sostienen la cúpula con tejuelas doradas
Santa Sofía representa a la sabiduría, todo brilla a su
alrededor.
Para ingresar hay que atravesar un camino de jardines de
ensueño.
Jardines que jamás hubiera podido reflejar el mejor
paisajista de la tierra.
Canteros de flores exóticas, que al atardecer son iluminadas
por cientos de luminarias comparables a los guiños de las luciérnagas.
Cielos estrellados que impactan con su belleza eterna
coronan una cúpula de inigualable belleza.
Ingresar en las horas del atardecer contrae el corazón, las
palpitaciones se multiplican buscando algo que será difícil de encontrar si no
se acude a la historia del fabuloso monumento dedicado a los sabios de
principios de la era cristiana.
Es difícil expresar con palabras el entendimiento.
Saber por anticipado la lucha eterna entre el bien y el mal.
Hay que estar allí para entender los deseos de un ser
abominable que creyó que tenía más poderes que el Creador que conocemos para
destruir la raza humana.
El guía de la excursión nos explicó que los subsuelos de la
catedral están inundados, aún no se saben con certeza las causas de ese efecto desastroso.
Aún los científicos luchan por conocer la verdad.
La lucha entre el bien y el mal data de siglos.
Un monaguillo intenta explicar al contingente de turistas
las razones por las cuales los subsuelos del edificio están inundados.
Todos tratamos de utilizar el raciocinio para entender las
explicaciones que no conforman.
Se menciona a un ser execrable que quiso sin éxito diezmar
la raza humana.
Han pasado varios siglos, nadie conoce el secreto que guarda
en sus entrañas la catedral dedicada a la sabiduría.
A esta altura de los acontecimientos prefiero no investigar
nada más.
Opto por consagrar mi devoción a la vida en todas sus
manifestaciones.
Solo ruego a Dios, ese Dios que podemos compartir según las
creencias, que sea el encargado de develar tanto misterio.
Mientras tantos en las aguas que inundan Santa Sofía, aguas
turbias donde jamás podrán reflejarse las estrellas.
Aguar rojizas que se avizoran a simple vista.
Santa Sofía sigue sorprendiendo al mundo sin tener en cuenta
la religión de los turistas que la visitan.
Salgo conmocionada a recorrer los jardines que circundan la
edificación majestuosa.
Prefiero ignorar los misterios que la inteligencia aún no ha
develado.
Suspendidos en el aire flotan los pensamientos.
Los míos son positivos, tratare de unirlos con los de muchos
otros que prefieren la vida a la muerte.
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