Friday, November 15, 2013

EL REGRESO





Nada en la vida se puede hacer en soledad absoluta.
Mis musas a las que creí perdidas vaya a saber donde hoy volvieron a apoyarse en el dintel de la ventana.
Fueron cuidadosas, no quisieron rozar con sus alas las macetas que contienen mis flores preferidas.
Brillaban detrás del cristal, la brisa suave otorgaba movimiento ondulante a las delicadas plumas que portaban.
Hace diez días habían partido con destino incierto.
Se negaban a participar de la tristeza que acarrean las injusticias.
Pese a su ausencia no me dejaron sola, si bien me faltaba su presencia, dejaron a un ángel.
Un ángel del que me separa un océano, un ángel que no dudó en atravesar ríos y montañas para alojarse en lo más profundo de mi alma.
Juntas compartimos muchas horas, las que pasamos intercambiando correos y las otras que cual imágenes majestuosas fueron tallando el pensamiento.
Cada palabra que trataba de calar mi espíritu inquieto tal vez no las escuchaba producto del aturdimiento ante un episodio inesperado, tan inesperado como falto de justicia y raciocinio.
Si aquellos que tienen en sus manos el poder de censurar utilizaran el sentido común el mundo sería un lugar pleno, donde la dicha y el entendimiento fueran los únicos reyes que nos indicaran que compartir es el más bello mandato.
Días de reflexión en el que no faltaron diseños de estrategias para terminar con un evento exótico, tan exótico que no se podía encuadrar en cualquier contexto racional.
Días en los que no faltaron las lágrimas que trae la impotencia.
Atardeceres de los que no podía contemplar su belleza extremadamente delicada.
Luciérnagas esforzadas  tratando de mostrarme un sendero de luz que creía no existía.
Cansadas prefirieron morir entre las flores del jardín.
Noches de sueños sobresaltados, noches en las que solo tenía cabida el espanto, las pesadillas.
Noches en las que no me permití observar el fulgor de las estrellas encendiendo el cielo.
Mi cielo estaba cubierto por nubes espesas, tan espesas que parecían el preludio de una tempestad no deseada.
Noches largas antecediendo días silenciosos.
Silencio quebrado por las palabras de aliento de ese ángel que me proporcionó las muletas que necesitaba para seguir caminado.
Sabias palabras hicieron que optara por ver el vaso de la vida medio lleno.
Sabias palabras que atenuaron la tortura de la incertidumbre.
El destino iluminó a quienes se negaban a escuchar mis reclamos.
Destino que dotó de palabras a quien no quería manifestarse.
Puedo decir que hoy pese al clima gélido vuelve a brillar el sol.
Mis musas han regresado, feliz por ese detalle no puedo dejar de darte las gracias siempre.


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