Nada en la vida se puede hacer en soledad absoluta.
Mis musas a las que creí perdidas vaya a saber donde hoy
volvieron a apoyarse en el dintel de la ventana.
Fueron cuidadosas, no quisieron rozar con sus alas las
macetas que contienen mis flores preferidas.
Brillaban detrás del cristal, la brisa suave otorgaba
movimiento ondulante a las delicadas plumas que portaban.
Hace diez días habían partido con destino incierto.
Se negaban a participar de la tristeza que acarrean las
injusticias.
Pese a su ausencia no me dejaron sola, si bien me faltaba su
presencia, dejaron a un ángel.
Un ángel del que me separa un océano, un ángel que no dudó
en atravesar ríos y montañas para alojarse en lo más profundo de mi alma.
Juntas compartimos muchas horas, las que pasamos
intercambiando correos y las otras que cual imágenes majestuosas fueron
tallando el pensamiento.
Cada palabra que trataba de calar mi espíritu inquieto tal
vez no las escuchaba producto del aturdimiento ante un episodio inesperado, tan
inesperado como falto de justicia y raciocinio.
Si aquellos que tienen en sus manos el poder de censurar
utilizaran el sentido común el mundo sería un lugar pleno, donde la dicha y el
entendimiento fueran los únicos reyes que nos indicaran que compartir es el más
bello mandato.
Días de reflexión en el que no faltaron diseños de
estrategias para terminar con un evento exótico, tan exótico que no se podía
encuadrar en cualquier contexto racional.
Días en los que no faltaron las lágrimas que trae la
impotencia.
Atardeceres de los que no podía contemplar su belleza
extremadamente delicada.
Luciérnagas esforzadas
tratando de mostrarme un sendero de luz que creía no existía.
Cansadas prefirieron morir entre las flores del jardín.
Noches de sueños sobresaltados, noches en las que solo tenía
cabida el espanto, las pesadillas.
Noches en las que no me permití observar el fulgor de las
estrellas encendiendo el cielo.
Mi cielo estaba cubierto por nubes espesas, tan espesas que
parecían el preludio de una tempestad no deseada.
Noches largas antecediendo días silenciosos.
Silencio quebrado por las palabras de aliento de ese ángel
que me proporcionó las muletas que necesitaba para seguir caminado.
Sabias palabras hicieron que optara por ver el vaso de la
vida medio lleno.
Sabias palabras que atenuaron la tortura de la
incertidumbre.
El destino iluminó a quienes se negaban a escuchar mis
reclamos.
Destino que dotó de palabras a quien no quería manifestarse.
Puedo decir que hoy pese al clima gélido vuelve a brillar el
sol.
Mis musas han regresado, feliz por ese detalle no puedo
dejar de darte las gracias siempre.
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