Friday, February 27, 2009

SUBMARINOS





Sveltana e Igor vivían en una montaña escarpada cerca del Mar de Barents.

Desde la humilde vivienda podían observar los submarinos alineados como fantasmas en el muelle.

La nieve formaba copos en los árboles, Igor varias veces había ido con su carretilla a buscar leña su mujer no debería hacer ningún esfuerzo, quedaría apilada cerca de la cocina.

Faltaban pocos días para que naciera el primer hijo.

Sería recibido en la casa con amor y el calor que proporciona el fuego.

Mañana saldría en una misión a bordo del submarino Kursk.

No permitió que su esposa lo acompañara al puerto se despedirían en la casa, el viento helado golpeaba en el rostro del marino, regresó sobre sus pasos para besar a su mujer y acariciar el abultado vientre.

El capitán dio las últimas órdenes.

La nave comenzó a sumergirse.

Sveltana supo que faltaban horas para parir.

Pasados ochos años, nadie conoce las causas del hundimiento.

Todas las semanas un niño rubio de ojos azules como el mar concurre a la base de Vidayevo, en sus manos lleva flores que dejará en el monumento que recuerda a quienes descansan en el fondo del mar.

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