Wednesday, October 13, 2010
LA ESPERA *
Por una noche el planeta tierra cambiaría su vestido, a simple vista y con ayuda de la imaginación, no se podrían ver los continentes, tampoco los mares que bañan sus costas, cordilleras puntiagudas recortando la transparencia de un cielo azul profundo.
El atuendo estaría conformado por millones de ojos, párpados abiertos que miraban un sitio lejano.
No importaba el color o la forma, todos otorgarían brillo a su vestido cuando rodaran las lágrimas que trae la emoción contenida durante más de dos meses.
Los corazones palpitantes marcaban las horas para asistir al milagro de renacer a la vida.
Majestuoso el desierto decidió unirse al festejo, previamente pactó con el viento para que las arenas por esa noche mágica descansaran en su lecho.
Leve la brisa despejó la neblina, fastuoso el brillo de la luna se colgó en el cielo, miles de estrellas acompañaron una noche gélida.
La tecnología quería izar a la superficie la vida de treinta y tres hombres que habían quedado sepultados en sus entrañas.
El pequeño pueblo enclavado a la vera del desierto recibió la visita de miles de hombres que buscaban la primicia para transmitir al mundo.
Los primeros días se comunicaron mediante señas, la variedad de idiomas impedía hacerlo de otra forma.
El contacto permanente con las familias que esperaban y confiaban en ellos logró que aprendieran el idioma.
No hay noche más larga que aquella que es cubierta por la incertidumbre.
Los cánticos de distintas religiones matizaban la espera.
Las máquinas gigantes no descansaban nunca, horadaban la roca para llegar a esos hombres que esperaban en la oscuridad, amontonados en un refugio de la mina.
Organizados esperaban el rescate, necesitaban abrazarse a sus seres queridos.
Pocos confiaban en la misión, los días pasaban, la ansiedad aumentaba.
La dureza de las rocas complicaría las tareas.
Era necesario levantar el ánimo de aquellos que estaban enterrados sin estar muertos, palomas metálicas acercarían, alimentos, medicamentos y oxígeno.
Una mañana de octubre el silencio fue quebrado por los aplausos, la broca había llegado a destino.
Faltaba menos para concretar el sueño.
Los ingenieros no descansaban.
El sol del desierto es implacable hacía elevar la temperatura, cuando se escondía detrás de los cerros, el frío se adueñaba de todos los espacios.
Todos en sus sitios esperaban el milagro de la vida.
La cápsula que se internaría en las profundidades estaba lista.
Curioso nombre, idéntico a la del ave mitológica que supo renacer desde las cenizas.
Nadie faltó a la cita.
Pasada la medianoche el primer minero se abrazaba a su mujer y el pequeño niño que tanto había extrañado a su papá.
Las tareas continúan sin descanso, así será hasta que el último minero llegue a la superficie.
Aquí me detengo, me gustaría que no sucedieran estos hechos, que la codicia no fuera impedimento para proteger a los ciudadanos que trabajan en las minas.
Que todos los gobiernos donde hay actividad minera se fijaran no solo en las ganancias que reditúa arrancar de la tierra sus tesoros.
Valoraría que pensaran que quienes se internan en las entrañas de la tierra son seres humanos, con familias que sufren en cada descenso.
Que puedan deponer sus anhelos personales, la soberbia es mala consejera.
Un pueblo entero, unido, está esperando que el rescate culmine con éxito.
El mundo palpita con la salida de cada minero.
Que Dios no se aleje hasta que todo termine de la mejor manera y que otros copien las actitudes de un pueblo golpeado por la naturaleza.
Cuando eso ocurra, sabremos que transitamos el camino correcto.
Será una manera de llegar al paraíso.
*Dedicado a los mineros de Chile.
http://www.youtube.com/watch?v=GtmlAaybIEs
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