Había llevado una vida disipada a cada mujer le ofrecía amor, los ojos claros denotaban cierta sinceridad.
Las usaba como simples objetos para saciar sus instintos
Todas eran un número en su vida, solo le importaba pasarla bien, jamás se detenía a pensar en las ilusiones que sembraba en aquellas que lo amaban de verdad.
Para ellas inventaba promesas de futuro compartido, viajes a lugares exóticos, vidas cómodas, alimentando inútilmente las ilusiones de la acompañante de turno.
Creía tener la sabiduría de mentir, era perverso, no medía las consecuencias de sus actos, solo el disfrute tenía cabida en su vida perversa, alejada de los principios morales que había adquirido y pronto olvidaba en la eterna búsqueda del placer.
Una noche mientras elegía ropa para salir, un dolor agudo le atravesó la espalda, le dolían los músculos de la cara.
Al mirarse en el espejo, la imágen le devolvió la cara del horror, alas negras salían de su espalda, los rasgos del rostro habían cambiado.
Si bien conservaba el tamaño, su aspecto era el de un murciélago.
Apagó las luces del departamento, salió por la ventana , nadie podía ver su nueva fisonomía, inspiraba asco y temor.
Buscó refugio en el campanario de una iglesia, ocultándose a la vista de los otros.
Sabía que a partir de ahora solo podría salir de noche, tal vez nunca volvería a estar acompañado.
Sentía el rechazo de las personas que alguna vez lo habían visto.
Regresó su refugio, en el bolsillo del pantalón guardaba el rosario con que su madre le había enseñado a rezar.
Estableció un diálogo con su Dios, prometió cambiar.
Tuvo que sortear varias pruebas, no las tomaba como castigo, anhelaba ser el de antes.
Necesitaba sentirse admirado y querido.
Día y noche oraba por ello.
Nunca supo como apareció en su cama, nuevamente era Él.
http://www.youtube.com/watch?v=XpMCrytt2XU
Las usaba como simples objetos para saciar sus instintos
Todas eran un número en su vida, solo le importaba pasarla bien, jamás se detenía a pensar en las ilusiones que sembraba en aquellas que lo amaban de verdad.
Para ellas inventaba promesas de futuro compartido, viajes a lugares exóticos, vidas cómodas, alimentando inútilmente las ilusiones de la acompañante de turno.
Creía tener la sabiduría de mentir, era perverso, no medía las consecuencias de sus actos, solo el disfrute tenía cabida en su vida perversa, alejada de los principios morales que había adquirido y pronto olvidaba en la eterna búsqueda del placer.
Una noche mientras elegía ropa para salir, un dolor agudo le atravesó la espalda, le dolían los músculos de la cara.
Al mirarse en el espejo, la imágen le devolvió la cara del horror, alas negras salían de su espalda, los rasgos del rostro habían cambiado.
Si bien conservaba el tamaño, su aspecto era el de un murciélago.
Apagó las luces del departamento, salió por la ventana , nadie podía ver su nueva fisonomía, inspiraba asco y temor.
Buscó refugio en el campanario de una iglesia, ocultándose a la vista de los otros.
Sabía que a partir de ahora solo podría salir de noche, tal vez nunca volvería a estar acompañado.
Sentía el rechazo de las personas que alguna vez lo habían visto.
Regresó su refugio, en el bolsillo del pantalón guardaba el rosario con que su madre le había enseñado a rezar.
Estableció un diálogo con su Dios, prometió cambiar.
Tuvo que sortear varias pruebas, no las tomaba como castigo, anhelaba ser el de antes.
Necesitaba sentirse admirado y querido.
Día y noche oraba por ello.
Nunca supo como apareció en su cama, nuevamente era Él.
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