Jamás conocí el miedo, arreglé mi vida como pude, con pocas cosas que me otorgaba la naturaleza.
Conocí a mi mujer, juntos vivimos un amor a toda prueba.
El agua del lago acariciaba nuestros cuerpos, nos fundíamos hasta formar uno solo.
Nunca supimos si la felicidad se parecía a esta hermosura que nos hacía vibrar, sin contemplar el paso del tiempo.
El amor todo lo puede, no tiene fronteras, no hay edad que lo identifique.
Con mis rudos conocimientos ayudé a ver el mundo a mi hijo.
Su carita rosada, me estremecía,, no sabía como calmarlo, derramaba mis lágrimas con su llanto, sus quejidos, me veía reflejado en su inocente sonrisa.
Agradecía a Dios por cada minuto concedido.
Si la gloria hubiera tenido nombre hubiera sido el de ellos.
Nos acercamos a las aguas del Jordán, pedí por él, le puse un nombre dejando que cada gota cayera en su cabecita tierna.
La madre esperaba recostada en la caverna, le acercaba al niño para alimentarlo.
Una piedra atada me permitiría cazar la comida diaria.
Afuera el silencio, el fulgor de las estrellas, la luna dibujada en el cielo.
Ese que acompañó nuestras noches de amor, existe desde la creación de los seres humanos.
Soy torpe para las generaciones venideras, el amor nació con el primer halito de vida de los seres terrenos.
Mi hijo camina, le enseño los peligros que existen, se divierte pisando las hojas que crujen.
Vigilo sus movimientos, le enseño a subsistir.
Ignoraba que la alfombra dorada sería la cárcel de los seres que más amé en la vida.
Froto dos piedras, el humo invade todo hasta convertirse en fuego siniestro.
No me alcanza el agua de lago para apagarlo.
La muerte sorprende a mi esposa amantando a nuestro hijo.
En soledad rezo por ellos.
Conocí a mi mujer, juntos vivimos un amor a toda prueba.
El agua del lago acariciaba nuestros cuerpos, nos fundíamos hasta formar uno solo.
Nunca supimos si la felicidad se parecía a esta hermosura que nos hacía vibrar, sin contemplar el paso del tiempo.
El amor todo lo puede, no tiene fronteras, no hay edad que lo identifique.
Con mis rudos conocimientos ayudé a ver el mundo a mi hijo.
Su carita rosada, me estremecía,, no sabía como calmarlo, derramaba mis lágrimas con su llanto, sus quejidos, me veía reflejado en su inocente sonrisa.
Agradecía a Dios por cada minuto concedido.
Si la gloria hubiera tenido nombre hubiera sido el de ellos.
Nos acercamos a las aguas del Jordán, pedí por él, le puse un nombre dejando que cada gota cayera en su cabecita tierna.
La madre esperaba recostada en la caverna, le acercaba al niño para alimentarlo.
Una piedra atada me permitiría cazar la comida diaria.
Afuera el silencio, el fulgor de las estrellas, la luna dibujada en el cielo.
Ese que acompañó nuestras noches de amor, existe desde la creación de los seres humanos.
Soy torpe para las generaciones venideras, el amor nació con el primer halito de vida de los seres terrenos.
Mi hijo camina, le enseño los peligros que existen, se divierte pisando las hojas que crujen.
Vigilo sus movimientos, le enseño a subsistir.
Ignoraba que la alfombra dorada sería la cárcel de los seres que más amé en la vida.
Froto dos piedras, el humo invade todo hasta convertirse en fuego siniestro.
No me alcanza el agua de lago para apagarlo.
La muerte sorprende a mi esposa amantando a nuestro hijo.
En soledad rezo por ellos.
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