Descansaban en la luminosidad de los brillantes que engalanaban el firmamento.
Cada noche era una aventura acompañada de luces y misterios.
Cuando la luna las opacaba todos los habitantes recordaban sus hazañas.
Muchos habían llegado a la fama resolviendo los casos más renombrados en la historia de los detectives.
Pese a estar lejos de la tierra, no podían ni querían olvidar sus pasados.
Esposas abnegadas los recordaban, el amor revivía cada sentimiento.
Sentados en semicírculo, contaban sus experiencias de vida terrena.
Participaron en el descubrimiento de sucesos no pensados.
Damas que engañaban a sus esposos, amigos o amantes.
Hombres que jamás conocieron la palabra decoro en la búsqueda que los llevara a concretar sus proyectos.
Niños que buscaban su identidad en un mundo revuelto.Todo lo inimaginable anidaba en sus mentes.
Allí en ese espacio del universo donde no transcurre el tiempo compartieron una palabra, decadencia.
Odiosa, cuando se trata de etiquetar a los seres humanos.
Entendieron que nadie estaba capacitado para juzgar con certeza los actos de los otros.
Nunca habían entrado en el deterioro que aparentemente traían los años.
Habían sido hombres honestos, ayudaron a concretar sueños.
Desterraron de su vocabulario el término que los enlodaba.
Los corazones se negaban a reconocer ese vocablo, sabían que en la vida en la tierra, habían sido como vos o yo, con sus virtudes y defectos.
Desde muy lejos, esos gigantes siguen brindando sus vivencias.
Los ángeles tomaron liras y laúdes, la emoción los embargaba, derramaron lágrimas al unísono, con ellas los que habitaban en la tierra lavarían sus culpas.
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