Daniel Armendáriz, pensaba en el ayer, el destino había sido generoso durante algún tiempo, conoció a la mujer de su vida.
Diana era una mujer bellísima, sus ojos azules invitaban a sumergirse en ellos para soñar.
Diana era una mujer bellísima, sus ojos azules invitaban a sumergirse en ellos para soñar.
Juntos construyeron la casa de sus sueños, cerca de la bahía de un pueblo sureño, a pocos metros del mar, compartirían cada instante, como ocurre cuando se ama con el corazón a flor de piel.
Los hijos alegrarían el mundo de la pareja.
Largas caminatas por la playa para demostrase el amor.
Chocolate caliente para endulzar y entibiar el alma.
Eran la pareja perfecta, admirados por los vecinos de la pequeña ciudad.
Nada es eterno.
Largas caminatas por la playa para demostrase el amor.
Chocolate caliente para endulzar y entibiar el alma.
Eran la pareja perfecta, admirados por los vecinos de la pequeña ciudad.
Nada es eterno.
Daniel hoy, ocupa la habitación de una pensión.
Las manchas de humedad conspiran con sus pulmones deteriorados, el cigarrillo es su única compañía.
El juicio de divorcio se celebró sin mayores inconvenientes, su mujer quedó con la casa, los hijos recibirían las cuentas bancarias, cumplimentando el acuerdo firmado, con los respectivos abogados.
Para Él, pena y desolación, demasiado solo para cargar tanta desazón.
Cuando desarrollaba su actividad, no había tantos adelantos tecnológicos, micrófonos en miniatura que se podían ocultar en cualquier sitio, diminutas cámaras que se prendían al ojal de un traje, grabando la intimidad, detalles que aliviaban el trabajo.
Los avances del mundo lo fueron alejando de su carrera, Él prefería seguir a sus presas, la adrenalina se apoderaba de su cuerpo cuando estaba a punto de resolver un caso.
Hace mucho la madre de sus hijos le prohibió acercarse a ellos.
No entendía los motivos de tal decisión.
No entendía los motivos de tal decisión.
El destino, lo convirtió en un despojo.
Nadie reconocía la infinidad de casos resueltos por Daniel, pocos recordaban el esfuerzo y entrega de cada misión.
Taciturno siente el frío de la soledad, la falta de amor, llora amargamente, no puede comprender el maltrato a los casi viejos.
Ayer, Él fue feliz como vos y yo.
Ayer, Él fue feliz como vos y yo.
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