No importan los kilómetros que se recorren si es para reunirse con los seres queridos.
Desea abrazarlos, ha visto por fotos los avances de sus sobrinas, niñas encantadoras regalan sonrisas.
El vuelo es tranquilo.
Memoriza el contenido de las maletas, cree no haber olvidado nada.
Pese a la época del año ha nevado en los confines de la tierra, la pista se ve espejada, el avión pareciera aterrizar sobre cristales.
Se multiplican las muestras de amor, un año es mucho tiempo para reprimir besos y abrazos.
La camioneta los espera, cargan el equipaje.
En el camino los pinos están vestidos de blanco, la nieve se resiste, suavemente se desliza hasta caer en la hierba.
La bruma empaña las casas de techo rojo, las luces se encenderán más tarde, pese al frío reinante en verano oscurece rozando la medianoche.
La casa está preparada para recibirlos, una de las abuelas guarda en su habitación los regalos de los más pequeños.
Hoy tendrán tiempo de caminar por la playa, admirar los fiordos que recortan el paisaje adentrándose en las frías aguas del océano.
Del otro lado de la cordillera los espera otro sueño que pronto será realidad tangible.
El árbol de navidad preside la sala, ornamentado con moños, globos, figuras y tarjetas, las luces que lo ornamentan le otorgan brillo.
La cena es sencilla propia de un lugar con temperaturas bajas.
Sobre el mantel bordado se dispone la vajilla, en un extremo de la mesa una copa de cristal espera.
Las anécdotas se suceden, los chicos quieren que el reloj de prisa corra las agujas.
Ansiosos quieren descubrir el contenido de los paquetes.
El bullicio y algarabía de los pequeños contagia a todos.
Se preparan para el brindis, ella observa la copa que está sola.
Algunas lágrimas surcan el rostro de los comensales.
Desde el cielo todos los que por diferentes causas han partido quisieran extender las manos para dar nacimiento a caricias imaginarias.
Soplar esas gotas que cual cristales acompañan el llanto hasta disolverlas.
La emoción los embarga.
Afuera la bruma ha desaparecido.
El viento sureño ha despejado el cielo para dar paso a los destellos de la luna.
En las burbujas de champagne aparecen las caras de los seres amados.
Son ángeles que por un momento han bajado del cielo.
Partirán nuevamente a su destino eterno, el viaje será acompañado por sinceros recuerdos.
Desea abrazarlos, ha visto por fotos los avances de sus sobrinas, niñas encantadoras regalan sonrisas.
El vuelo es tranquilo.
Memoriza el contenido de las maletas, cree no haber olvidado nada.
Pese a la época del año ha nevado en los confines de la tierra, la pista se ve espejada, el avión pareciera aterrizar sobre cristales.
Se multiplican las muestras de amor, un año es mucho tiempo para reprimir besos y abrazos.
La camioneta los espera, cargan el equipaje.
En el camino los pinos están vestidos de blanco, la nieve se resiste, suavemente se desliza hasta caer en la hierba.
La bruma empaña las casas de techo rojo, las luces se encenderán más tarde, pese al frío reinante en verano oscurece rozando la medianoche.
La casa está preparada para recibirlos, una de las abuelas guarda en su habitación los regalos de los más pequeños.
Hoy tendrán tiempo de caminar por la playa, admirar los fiordos que recortan el paisaje adentrándose en las frías aguas del océano.
Del otro lado de la cordillera los espera otro sueño que pronto será realidad tangible.
El árbol de navidad preside la sala, ornamentado con moños, globos, figuras y tarjetas, las luces que lo ornamentan le otorgan brillo.
La cena es sencilla propia de un lugar con temperaturas bajas.
Sobre el mantel bordado se dispone la vajilla, en un extremo de la mesa una copa de cristal espera.
Las anécdotas se suceden, los chicos quieren que el reloj de prisa corra las agujas.
Ansiosos quieren descubrir el contenido de los paquetes.
El bullicio y algarabía de los pequeños contagia a todos.
Se preparan para el brindis, ella observa la copa que está sola.
Algunas lágrimas surcan el rostro de los comensales.
Desde el cielo todos los que por diferentes causas han partido quisieran extender las manos para dar nacimiento a caricias imaginarias.
Soplar esas gotas que cual cristales acompañan el llanto hasta disolverlas.
La emoción los embarga.
Afuera la bruma ha desaparecido.
El viento sureño ha despejado el cielo para dar paso a los destellos de la luna.
En las burbujas de champagne aparecen las caras de los seres amados.
Son ángeles que por un momento han bajado del cielo.
Partirán nuevamente a su destino eterno, el viaje será acompañado por sinceros recuerdos.
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