Monday, January 18, 2010

VACACIONES INCONCLUSAS



Llegamos a República Dominicana buscando playas paradisíacas allí donde el Mar Caribe parece una enorme turquesa, color que se esfuma cuando se une a las azules del Atlántico.

En el coqueto aeropuerto descendientes de los Taínos nos recibieron con ramitos de flores silvestres, desde ese instante soñamos con una estadía perfecta.

Un taxi nos llevó al destino elegido.

En el camino observamos muchas plazas cuidadas, cada cantero era una sinfonía de colores y fragancias, el césped bien cortado era el marco perfecto para contener tanta belleza.

Llamaba la atención la mezcla arquitectónica, los edificios gubernamentales de estructura barroca convivían armoniosamente con los rascacielos, hoteles que albergan a turistas de todo el mudo por la calidad de sus playas, la calidez de su gente.

Habíamos reservado una posada, los ventanales de la habitación miraban al mar, un pequeño jardín ornamentado con flores multicolores, alguna enredadera proporcionaba privacidad.

Nos levantábamos temprano, el sol rojo, majestuoso emergía del océano, el ascenso lento oficiaba de llamado a las mariposas y pájaros que obsequiaban sus trinos a los visitantes.

Sobre las reposeras, estaban dispuestas las toallas, una mesa y una sombrilla de paja entretejida para cuando el astro rey estuviera en el cénit, indicando que era momento de dejar de descansar la piel,hidratarnos bebiendo jugos preparados con frutas de la zona.

El atardecer indicaba la hora de regreso a la posada, caminábamos hacia la costanera.

Probamos exquisitos platos de la isla.

Todas las estrellas se habían unido para encender el firmamento, coqueta la luna redonda se miraba en el agua.Una caminata por la playa llamaría al descanso, el primer día había sido mejor de lo planificado.

El martes repetimos la rutina, a media mañana llegó la noticia que jamás hubiéramos querido escuchar, la tierra tembló en la otra mitad de la isla.

Nubes de polvo opacaban el límpido cielo, las grietas que el terremoto produjo fueron sepultura de miles de personas, hombres, mujeres y niños quedaron debajo de los escombros.

Los edificios caían como si hubieran sido construidos con papel, grandes bloques aprisionaban los cuerpos.

Por la frontera, caminantes sin rumbo buscaban refugio.

En nuestras vidas jamás habíamos observado miradas tan tristes, eran los sobrevivientes que habían perdido todo y huían de la desgracia.

Necesitábamos ayudar, la única manera de lograrlo era interrumpir las vacaciones, para desde nuestro lugar mancomunar esfuerzos y acercar ayuda.

Por los medios de comunicación supimos que lentamente la asistencia llegaba.

Falta mucho para recomponer tanta desgracia desatada en un minuto.

Desde aquí, a kilómetros de distancia nos convertiremos en vigías para que los desamparados haitianos sigan recibiendo todo lo que necesitan.

No es verdad que nada es suficiente, con orden, paciencia y ganas entre todos podremos devolverles a los que quedaron en la isla algo de lo mucho que perdieron, no volverán a ver a sus amores, se esfumarán los recuerdos ante tanto horror.

La reconstrucción llevará años, junto con ella debe llegar la salud y el trabajo.

Haití no buscó ser uno de los países más pobres del mundo, llegaron a ese estado por la desidia que va más allá de los desastres naturales que se producen cuando el ser humano enfrenta la naturaleza, como vos y yo, ellos merecen una vida digna.

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