El temporal de nieve es raro en esta época del año, no tiene
razón de ser cuando estamos en plena primavera según el almanaque, nunca las
temperaturas se parecen a las de los sitios donde las horquetas de los árboles
comienzan a mostrar sus brotes, etapa en que las mariposas nos harán una visita
tan efímera como sus vidas para que no olvidemos la belleza de las coloridas
alas desplegadas, bebiendo el néctar de las primeras flores que tardíamente
aparecen en este lugar tan alejado del mundo.
Lugar donde ha sido coronada como reina la tranquilidad.
Hasta el fiordo que suelo visitarse ha vestido de gramilla
verde en su ladera se pueden observar las primeras flores silvestres, pequeñas
no tanto como para pasar inadvertidas,
En las caminatas que nos llevan al fiordo tratamos de esquivarlas
para que sus pétalos permanezcan intactos.
La mole de piedra se erige orgullosa, no teme a los rugidos
del mar, cautiva su vestido de hojas nuevas, acostumbrado al frío glaciar no
dudará en sumergir los pies de piedras en el agua,
Está acostumbrado a que el oleaje horade las piedras que
conforman sus piernas, años de oleaje no han podido dejar más que pequeñas
heridas donde el musgo se adhiere otorgándole fuerzas para permanecer.
Intuyo que debo regresar a la ciudad, mientras manejo con
sumo cuidado sobre el camino serpenteante recibo un lacónico mensaje de texto.
No lo leeré hasta que llegue a la estación de servicio que
se encuentra tan solo a dos kilómetros, dos kilómetros que logran mi angustia
vaya in crescendo.
Violeta mi hermana del alma ha sufrido un accidente, debo
llegar a su lado para confortarla como tantas veces un hermano corre en auxilio
del otro.
Nos separan quinientos kilómetros, llegaré como pueda.
Las aerolíneas no tienen espacio en sus vuelos regulares, si
lo hubiera en media hora estaría a su lado.
Mientras Joaquín asegura las cadenas en las cubiertas dejo a
buen resguardo a mis tesoros, prometo comunicarme con ellos a través del
celular u otros medios.
Cargo el bolso, no sé cuánto tiempo estaré ausente, tampoco
la magnitud del accidente.
Manejo con cuidado, las noticias de la radio no son
alentadoras, todas hablan de un accidente de magnitud incalculable.
Apago la radio, deseo llegar, no estoy cansada el amor
fraterno me da fuerzas para lograr mi cometido.
Mientras espero se levanten las barreras que casi nunca
funcionan, diviso el auto de Violeta, un montón de hierros retorcidos, no puedo
reprimir las lágrimas.
El banderillero con su uniforme naranja, portando un farol
deja pasar por tandas a los vehículos.
Pienso que si hubiera estado en su lugar la tragedia no
hubiera ocurrido.
Cruzo desconfiada las vías, tomo todas las precauciones.
El ulular de las sirenas indica que estoy a metros del
centro asistencial.
Las luces del alba desaparecieron detrás de una llovizna
pertinaz, el guardia de seguridad me informa que no es horario de visita, trato
de conciliar hasta que me permite entrar.
Violeta yace en su cama, la palidez de la muerte cercana
anticipa el final menos esperado.
No me importa que esté entubada, sé que me escucha, le
hablo, sé que me escucha, sus labios casi morados dibujan la mueca de una
sonrisa.
Acaricio su rostro, seco una lágrima furtiva que recorre el
rostro pálido.
No tengo miedo.
Los médicos me piden me aleje de la sala, el monitor indica
que se ha producido un paro cardiorrespiratorio, las maniobras de resucitación
dan escaso resultado.
Apenas se mueve la aguja que marca los latidos de su
corazón.
Amiga te abrazo, quiero que mis brazos te infundan un poco
de la vida que se dispara, no temas, estaré a tu lado hasta el final.
Encierro tus manos entre las mías, acaricio tus dedos casi
transparentes.
Quiero que sepas que estaré a u lado hasta que comiences tu
ascenso a los cielos, los actos reflejos me hacen pensar que tus manos yertas
se toman a las mías.
El silbido del monitor me dice que ya no estás.
Nada en el mundo terrenal o ese otro al que acabas de ingresar
podrá borrar de mi mente y alma los recuerdos compartidos.
Violeta, en vida sencilla como una flor, no dudes que jamás
te abandonaré.
Descansa Violeta el destino será el artífice de nuestro próximo
encuentro.
Descansa en paz.
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