Ema y María son hermanas gemelas.
El destino quiso que nacieran en una patria lejana al lugar
donde habían visto la luz de la vida sus ancestros.
Ambas conservan los rasgos eslavos de su patria lejana.
Desde pequeñas aprendieron a valorar todo aquello que se
consigue a través del propio esfuerzo.
Desde muy chicas aprendieron a expresarse en las dos
lenguas, la que otorga la nacionalidad y aquella que viene por herencia.
Sus padres decidieron buscar nuevos horizontes.
Polonia era una región convulsionada pensando en el futura descendencia.
En esas circunstancias decidieron migrar a Argentina.
Buenos Aires los recibió con los brazos abiertos, una ciudad
que nada tenía que envidiarle a las metrópolis europeas.
Dorek es ingeniero, no le costaría demasiado tiempo revalidar
el título para trabajar en una empresa radicada en Belgrano.
Agnes su amada esposa una experta artesana que a todos
deslumbraba con sus creaciones.
En el instante que se enteraron de la llegada del primer
heredero optaron por mudarse al sur.
Adquirieron una casa cómoda a orillas de un lago.
No fue difícil para Dorek conseguir trabajo.
Comenzó a prestar servicios en un astillero.
Trabajador como pocos no tardarían en llegar los ascensos.
Agnes vendía su trabajo en ferias que reunían a las comunidades provenientes de distintos lugares del mundo.
Meses después distintos estudios indicarían que serían dos
seres los que crecían en el vientre de la madre.
No quisieron conocer el sexo de los bebés, la vida los había
bendecido doblemente con la llegada de sus hijos.
Dorek redobló esfuerzos,no quería que su amada esposa se
expusiera trabajando.
Concertaron que solo sería el papá quien se encargara de ser
el sostén de la familia.
En pocos meses se produciría el nacimiento de las gemelas,
no tenían nombres elegidos, solo sabían que optarían por aquellos que fueran
sencillos de pronunciar.
Agnes dio a luz a sus hijas.
Cual bellos pimpollos comenzarían a iluminar el designio del
matrimonio.
Nadie dudaba de la belleza de las pequeñas, cuerpecitos
tibios, rosados, ambas se destacaban por el color de sus miradas de cielo.
Coincidieron en llamarlas Ema y María, nombres sencillos que
no serían objeto de las burlas en el caso de haber elegido el de sus
ancestros.
Las niñas eran el orgullo de sus padres, nadie podría
describir con palabras la belleza genuina con las que habían sido bendecidas.
Pese a ser gemelas los caracteres eran opuestos, Ema
inteligente y retraída.
María semejante a una chispa capaz de encender cualquier
fuego.
Ambas se recibieron con notas brillantes, Ema optó por el
camino de la psiquiatría, María sería una cineasta reconocida.
Con mucho sacrificio por parte de sus padres gozaron de un
viaje de placer y estudios de perfeccionamiento.
María trataba sin suerte de estimular a su hermana mostrándole
imágenes de los sitios que había conocido.
Pese a ello Ema prefería recluirse en su habitación.
Aún cuando durmiera el televisor permanecía encendido.
Nada lograba despertarla del sueño profundo que se apoderaba
de su ser quieto.
El cabello dorado desparramado sobre la almohada, el cuerpo
apenas cubierto por la fragilidad de una sábana dejaba adivinar las curvas
perfectas de la figura yaciente en brazos de Morfeo.
María asistía a todos los espectáculos y conferencias que la
ayudaran a perfeccionarse.
En una ocasión llegó a un estudio de televisión afamado,
contestaría a todas las preguntas a las que fuera sometida, disculparía la
ausencia de Ema.
Su ingreso al set fue ovacionado, silbidos de admiración
acompañaban los aplausos.
En medio de la entrevista algo llamó su atención.
En un costado del estudio había una simple silla que pronto
sería ocupada por un hombre extraño.
Ocultaba su rostro con una máscara.
Máscara que no tenía aberturas que permitieran la respiración,
tan delgada que parecía que había nacido con ella.
El monitor en el que mantenía fija su vista lejos estaba de
mostrar el estudio en el que se hallaba.
Al concluir la entrevista se acercó al enigmático hombre que
ocupaba la silla rudimentaria.
Las imágenes mostraban el sueño profundo de Ema.
El sonido devolvía la respiración pausada de su hermana.
Corrió al hotel en búsqueda de su gemela.
La cama mostraba la figura de una persona que allí había
estado durmiendo.
Restos de cabellos dorados estaban posados en la almohada.
No dudó en llamar a las autoridades.
Mientras esperaba miró el monitor, el hombre de la silla no
estaba solo, compartía la simpleza de la silla con Ema.
El instinto la llevó a fotografiar la pantalla.
Descargó las fotos en la computadora, amplió cada detalle
con el propósito de verificar que era su
hermana.
Han pasado muchos años, nada se sabe del destino de Ema.
Los investigadores aumentan la recompensa año a año para
quien pueda brindar datos o la identidad del hombre de la silla.
Millones de fotos con el rostro de la muchacha recorren los
sitios más alejados del mundo.
Por ahora la búsqueda ha resultado infructuosa.
Nadie conoce el destino del hombre de la silla que se llevó
a Ema.
http://www.youtube.com/watch?v=bcCt65txeQU
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