Pentesilea era una mujer de belleza inobjetable, cansada de ser doncella que tributaba el cuerpo a los hombres, archivó las túnicas transparentes, los arreglos en el cabello.
Sería gladiadora, enérgica, aguerrida.
La vestimenta contrastaba con su piel morena, brillaba con los rayos del sol gracias a los aceites que le colocaban para las batallas.
Enmudecía el anfiteatro cuando aparecía.
Sus cabellos sueltos le daban una apariencia salvaje.
El escudo apenas cubría la turgencia de sus pechos desnudos.
Habilidosa con la espada jamás había sido lastimada.
Aquiles fascinado la miraba desde el estrado, era la más hermosa de las doncellas, no entendía por qué exponía su esbelto cuerpo en la arena.
Esa noche habría fiesta en el palacio del emperador.
Durante el baile la seduciría para poseerla, esa mujer despertaba sus instintos, nada la haría renunciar a ella.
A medianoche bebían en los jardines del palacio, Aquiles ordenó a sus sirvientes despedir a los invitados, los gladiadores habían demostrado sus destrezas en la arena, merecían una noche diferente, las doncellas se ocuparían de ellos.
Pentesilea aceptó la invitación, fue poseída con fuerza casi animal, gemía de placer.
Ignoraba que el hombre celoso daría fin a su vida.
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