Tuesday, August 24, 2010

TREINTA Y TRES BANDERAS*




Tuvo la suerte de conocer el desierto de Atacama en un viaje.
Arenas en soledad, el viento lograba elevarlas hasta formar figuras doradas.
Hoy vuelve a evocar ese viaje, los miedos ante lo desconocido.
Recuerda cada palabra que les decía el guía, allí no se puede entrar sin la compañía de un experto que conozca el sitio.
El pavimento se extiende como una cinta de plata entre la nada.
En un pueblito pintoresco comprarán las bebidas que morigerarán la sed y el calor de un mediodía en uno de los sitios más áridos del planeta.
Una mano de cemento parece indicar el fin del camino.
Allí, ,el escultor chileno Mario Irarrázabal, dejó una muestra de arte para todos los que transitaran por ese sendero.
Sacan la foto grupal, lamentan que el dorso de la obra esté pintado por aquellos que alguna vez visitaron ese páramo y quisieron dejar un recuerdo a sabiendas que arruinaban una obra.
Como todos los turistas buscaron la palma de esa mano gigante para protegerse del viento amarillo.
La camioneta que los llevaba a recorrer el desierto dejaba ondas profundas en la arena, parecía un mar seco, más adelante encontrarían fumarolas, esbeltas expulsaban el vapor que las llevaría a acariciar el cielo.
Un cactus solitario extendía los brazos, en la cúspide una flor rosada que pronto sería despojo del viento, no se cansaba de hacer sentir su presencia.
El guía orgulloso hablaba de las riquezas que contenían las entrañas de las montañas.
No existe ser humano en el mundo que no pueda conmoverse ante la inmensidad de la naturaleza.
Han pasado dos años de aquel viaje, los niños están entregados a sus juegos, sintoniza un canal del país vecino.
La tragedia ha aprisionado en el fondo de los cerros a treinta y tres trabajadores.
Pasan los días sin mayores noticias, los familiares rezan, tienen fe, por cada hombre han incrustado en las piedras treinta y tres banderas para recordarlos.
Sacerdotes celebran distintas liturgias.
Cuando todo está perdido, cuando se piensa rescatar cuerpos, el viento hace flamear cada una de las banderas, con fuerza.
Los ingenieros trabajan con sondas pequeñas, necesitan ubicarlos.
El milagro se produce, en condiciones espantosas para cualquier ser humano, esos hombres resisten, aman la vida, adoran a quienes los esperan en la superficie.
Familias enteras que no han bajado los brazos.
La primera imagen devuelve la mirada de un hombre apresado en la profundidad.
Ojos que recorrerán el mundo, ojos que no verán a sus seres queridos por mucho tiempo.
Es hora de rezar por todos los que están atrapados en el fondo de una mina, nada valen el oro y los otros metales que han extraído cuando se trata de preservar la vida.
No importa en que Dios creas, pide que las tareas de rescate terminen con éxito, ruega que esas banderas encastradas al pié de la montaña flameen con fuerza, que extiendan sus brazos para recibirlos a todos y cobijarlos.
Que la luz que los espera no se apague nunca.
Ellos, esos héroes sin nombre regresarán al paraíso de la vida.
Enciende una vela que pueda iluminar tan largo camino.

http://www.youtube.com/watch?v=WYeDsa4Tw0c&feature=related

*Dedicado a los treinta y tres mineros atrapados en Chile.

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