Thursday, August 26, 2010
UN ÁRBOL, UN REFUGIO
A corta edad Annelies Marie, conoció los horrores que se viven en un campo de concentración.
De figura menuda pudo escapar con su familia de Auschwitz, ello significaba separarse de sus padres y hermana.
Elisabeth la escondería el tiempo que quisiera o pudiera en su casa, una vivienda cómoda que intentaría alejar de la vida de Ana las imágenes de terror que había vivido.
Por el ventanal del dormitorio, la niña de mirada, observaba un árbol de castaño.
Vestida de blanco parecía una doncella esperando algún día conocer las mieles del amor,el destino estaba escrito, para siempre se conservaría la imagen de una adolescente con un vestido etéreo.
Dócil dejaba que sujetaran la rebeldía de sus cabellos enrulados para sostenerlos con un moño de raso, cintas que iluminaban un rostro triste, el destino había dejado marcas profundas en el corazón de la jovencita.
Muchas veces requisaban la casa de la dueña que le había dado asilo, en ese instante Ana abría la ventana de su cuarto para esconder su diminuta figura en las ramas del árbol de castaño.
Pudo abrazar a su padre para un cumpleaños.
El regalo recibido era un libro de tapas de cuero con finas hojas en blanco.
Allí volcaría cada una de sus vivencias.
Pasaba del horror a la alegría contenida.
El diario sería su compañía mientras durara su vida.
Nadie sabe por anticipado los designios del destino.
Nunca olvidó el día que vio por última vez a su padre, le había traído el mejor obsequio, páginas en blanco que ella se ocuparía de llenar con cada acto de su efímera existencia.
Una tarde en que el viento aullaba desvistiendo al castaño, la encontraron en su escondite.
En pocas horas regresaría al campo de concentración.
Sabía que el fin estaba cerca, escondió el diario entre las ropas que guardaba el ropero.
Sin oponer resistencia se entregó a un castigo inmerecido.
Otra vez el encierro, el trabajo forzado, la muerte esperaba en las cámaras de gas.
Ana no pasó nada de eso, Dios extendió sus alas magnánimas y la joven murió presa de una fiebre tifoidea.
Otto su padre recuperó el diario de su hija.
Consternados muchos leyeron la historia de Ana Frank.
Hace poco días en su antiguo refugio, el árbol sucumbió ante una tempestad que trajo el estío.
Las ramas se quebraron por su propio peso.
En la casa que albergara a Ana solo quedan duendes.
Sabia, la naturaleza dejó una rama del árbol de castaño sobre la vereda.
Mudos testigos observan una sola flor blanca que se niega a morir, ellos dicen que esa flor conserva en su interior el espíritu de una luchadora que no se entrego fácilmente a la muerte.
La brisa arranca los pétalos de las flores de castaño.
Presurosas se elevan a los cielos.
Ellas serán las que acompañen a Ana que ya subió las escaleras de cristal que llevan al reino de los cielos.
http://www.youtube.com/watch?v=aSo9xe_uK…
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