Friday, December 19, 2008

FLORES MARCHITAS




Treinta años desde el primer encuentro.

Se conocieron cuando eran niños, verla con su guardapolvo blanco para él fué una revelación.

La mayoría de los niños dejaba escapar una lágrima al separarse de sus padres, ellos reían tímidamente.

Supo en ese instante que había encontrado el amor.

En la adolescencia decidieron contar a sus padres el sentimiento que los unía.

Tenían temor al rechazo de los mayores.

El amor de la parejita crecía día a día.

El primer regalo que intercambiaron fué un libro, flores robadas de algún jardín perfumarían ese momento.

El agregaría dos alianzas de plata, preludio del compromiso formal que se celebraría posteriormente.

Ambos matrimonios eran gente común, parejas que se desvelaban por darles el mejor futuro a los hijos, trabajaban desde las primeras luces del alba , momento en que los pájaros obsequiaban sus gorjeos matinales hasta que el crepúsculo teñía con colores púrpuras el cielo.

Las estrellas eran testigo de encuentros fugaces e intensos.

La luna plateada parecía sonreír cuando la parejita decidió que el momento de consumar el amor había llegado.

Todo era perfecto, se amaban intensamente, las nubes no tenían cabida en el cielo de los enamorados.

Una tarde de primavera paseaban por las calles vestidas de flores.

La brisa suave agitaba los brazos de los árboles, una hoja inquieta se deslizaba para posarse en el suelo.

Ella no comprendía la tristeza instalada en la mirada de su enamorado.

Con la voz entrecortada por el llanto le informa que su padre será trasladado a una ciudad lejana.

Entre lágrimas prometieron amarse más allá de la distancia.

Se comunicarían por carta, ella las perfumaba era una manera para que la sintiera cerca.

Ambos recibían con alegría al repartidor del correo.

La correspondencia comenzó a espaciarse, los primeros nubarrones se apoderaron del firmamento.

La alegría mutaba a angustia.

Pese a todo el amor de la muchacha crecía, igual que sus sueños.

Había sido su primer amor, el primer hombre.

Decidida iría a buscarlo.

Quería sorprenderlo, mostrarle que nada había cambiado.

La vida quiso que lo encontrara acompañado de su nueva familia.

Las primeras flores secas, descansarán siempre entre las hojas de un libro.


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