Soy viejo, nadie me acompaña.
Estoy libre, los brazos de la justicia no me alcanzaron.
Abandonado a la soledad que propicié vivo en un hermoso departamento en una de las arterias más caras de Buenos Aires, por el ventanal puedo observar los jardines de la avenida.
Todos caminan apurados, imagino que van en búsqueda de sus destinos
Hoy no vendrán a hacerme un escrache, el verano tórrido se adueñó de la ciudad.
El cuidador de la plaza previene a los niños, no deben jugar al sol, los invita a buscar la sombra de añosos árboles.
No soy libre como muchos pueden pensar, me resulta imposible caminar por las calles como cualquier ciudadano.
Siempre me gustó el alcohol.
Bebí solo o acompañado de las mujeres amigas del poder.
Daba grandes fiestas en el casino de oficiales para festejar mis victorias.
Las hice mías, engendré hijos que no conozco.
Cometí las peores atrocidades en nombre de la patria.
Desmembré familias, torturé buscando verdades ocultas que solo anidaban en mi mente.
Robé bebés, los tomaba como objetos para reglarlos a mi círculo de amigos, tampoco están ellos, una gran mayoría cumple penas en las cárceles, alejados de todo el confort que alguna vez supimos tener a costa de la sangre de los otros.
Convoqué a una plaza a miles de almas prometiéndoles aquello que sabía perdido.
El día anterior en el mismo sitio, mis hombres mostraron toda su bestialidad apaleando a los que al día siguiente me aplaudirían como a un héroe.
Asqueada por mi historia mi familia se fué.
No pude compartir una sonrisa con mis nietos.
Le tengo miedo a la muerte, mi hermana durante años.
En minutos viene una nueva enfermera a suministrarme los medicamentos.
Es bonita, no tiene más de treinta años.
La mirada celeste es gélida.
Me mira como a un despojo.
Soy eso.
Estoy libre, los brazos de la justicia no me alcanzaron.
Abandonado a la soledad que propicié vivo en un hermoso departamento en una de las arterias más caras de Buenos Aires, por el ventanal puedo observar los jardines de la avenida.
Todos caminan apurados, imagino que van en búsqueda de sus destinos
Hoy no vendrán a hacerme un escrache, el verano tórrido se adueñó de la ciudad.
El cuidador de la plaza previene a los niños, no deben jugar al sol, los invita a buscar la sombra de añosos árboles.
No soy libre como muchos pueden pensar, me resulta imposible caminar por las calles como cualquier ciudadano.
Siempre me gustó el alcohol.
Bebí solo o acompañado de las mujeres amigas del poder.
Daba grandes fiestas en el casino de oficiales para festejar mis victorias.
Las hice mías, engendré hijos que no conozco.
Cometí las peores atrocidades en nombre de la patria.
Desmembré familias, torturé buscando verdades ocultas que solo anidaban en mi mente.
Robé bebés, los tomaba como objetos para reglarlos a mi círculo de amigos, tampoco están ellos, una gran mayoría cumple penas en las cárceles, alejados de todo el confort que alguna vez supimos tener a costa de la sangre de los otros.
Convoqué a una plaza a miles de almas prometiéndoles aquello que sabía perdido.
El día anterior en el mismo sitio, mis hombres mostraron toda su bestialidad apaleando a los que al día siguiente me aplaudirían como a un héroe.
Asqueada por mi historia mi familia se fué.
No pude compartir una sonrisa con mis nietos.
Le tengo miedo a la muerte, mi hermana durante años.
En minutos viene una nueva enfermera a suministrarme los medicamentos.
Es bonita, no tiene más de treinta años.
La mirada celeste es gélida.
Me mira como a un despojo.
Soy eso.
Transito el ocaso de mi vida.
Prepara la jeringa.
El líquido pasa por mis venas, no siento nada, estoy muriendo.
Prepara la jeringa.
El líquido pasa por mis venas, no siento nada, estoy muriendo.
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