En los jardines de la residencia oficial las flores despertaban en los canteros.
En el estanque de agua clara los peces de mil colores nadaban ajenos al acontecimiento.
Las gotas de rocío se negaban a irse del césped recién cortado.
El salón despojado de los lujos que se esconden en otros sitios recibiría a los invitados.
Todo debería verse prolijo, el pueblo que la había elegido, seguiría la transmisión por televisión, en los lugares más alejados una vieja radio ayudaría a conocer el evento.
En los rincones del país donde la mayoría de los ciudadanos no tiene nada, ni siquiera se enterarían, ellos estaban preocupados por la falta de agua, la muerte de los pocos animales que les permitían sobrevivir, los olvidados de siempre no sabrían absolutamente nada, para ellos la necesidad seguiría siendo acuciante, solo se acordaban en fechas puntuales, en el preciso instante que la necesidad se transforma en hereje y muchas veces en contra de sus principios, aceptaban humildemente una dádiva que compraba voluntades.
Imágenes opuestas, el esplendor y la miseria.
Los autos último modelo eran prolijamente estacionados en el parque, alguna bocina inoportuna distraía el gorjeo de los pájaros.
Las sillas pronto serían ocupadas por los amigos del poder.
En la primera fila los obsecuentes sonreían a las cámaras, un escritorio más un atril con dos micrófonos servirían para que la disertante formulara anuncios.
Sonriente saludó a todos.
Tardó en reconocer viejos errores que tienen todos los seres humanos.
Valiosos minutos utilizados para defenderse de ataques que la mayoría de las veces no existen más que en la imaginación de quienes detentan el poder.
Palabras grandilocuentes vacías de contenido, aplausos cortaban tramos del discurso.
Varias veces, como siempre acomodó su cabellera, gesto que hacía ver las joyas que lucía en un horario inadecuado.
Las imágenes se repetían en cadena.
En el estanque de agua clara los peces de mil colores nadaban ajenos al acontecimiento.
Las gotas de rocío se negaban a irse del césped recién cortado.
El salón despojado de los lujos que se esconden en otros sitios recibiría a los invitados.
Todo debería verse prolijo, el pueblo que la había elegido, seguiría la transmisión por televisión, en los lugares más alejados una vieja radio ayudaría a conocer el evento.
En los rincones del país donde la mayoría de los ciudadanos no tiene nada, ni siquiera se enterarían, ellos estaban preocupados por la falta de agua, la muerte de los pocos animales que les permitían sobrevivir, los olvidados de siempre no sabrían absolutamente nada, para ellos la necesidad seguiría siendo acuciante, solo se acordaban en fechas puntuales, en el preciso instante que la necesidad se transforma en hereje y muchas veces en contra de sus principios, aceptaban humildemente una dádiva que compraba voluntades.
Imágenes opuestas, el esplendor y la miseria.
Los autos último modelo eran prolijamente estacionados en el parque, alguna bocina inoportuna distraía el gorjeo de los pájaros.
Las sillas pronto serían ocupadas por los amigos del poder.
En la primera fila los obsecuentes sonreían a las cámaras, un escritorio más un atril con dos micrófonos servirían para que la disertante formulara anuncios.
Sonriente saludó a todos.
Tardó en reconocer viejos errores que tienen todos los seres humanos.
Valiosos minutos utilizados para defenderse de ataques que la mayoría de las veces no existen más que en la imaginación de quienes detentan el poder.
Palabras grandilocuentes vacías de contenido, aplausos cortaban tramos del discurso.
Varias veces, como siempre acomodó su cabellera, gesto que hacía ver las joyas que lucía en un horario inadecuado.
Las imágenes se repetían en cadena.
Las mismas caras, la misma historia.
Cansada del tono monocorde preferí ver el salón, plantas por doquier, aire acondicionado.
Busqué con la vista un objeto que faltaba.
En ninguna parte se veía nuestra bandera.
Cansada del tono monocorde preferí ver el salón, plantas por doquier, aire acondicionado.
Busqué con la vista un objeto que faltaba.
En ninguna parte se veía nuestra bandera.
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