Cristales hexagonales visten el paisaje de blanco.
Suavemente se deslizan por los techos de las casas como si fuera un tobogán imaginario.
El sol oculto no muestra la majestuosidad de sus dorados rayos.
Las máquinas han despejado los caminos, permitiendo el tránsito de vehículos e ilusiones.
Los niños ataviados con coloridas bufandas, gorros y guantes arman los tradicionales muñecos.
Como todos los días dará un paseo por la playa solitaria.
La nieve le ha robado el color a la arena cubriéndola con un manto blanco.
Las olas que no conocen de estaciones siguen ofrendando su danza infinita.
Más adelante el cerro Castor será un refugio para quienes quieran internarse en las entrañas de la montaña.
Una pareja se adelanta a sus pasos, pese al rugido del viento puede escuchar una discusión acalorada.
Un latigazo helado recorre la espalda de la protagonista de esta historia.
No sabe a qué atribuir el miedo que se apodera de su mente.
Pese al frío reinante decide subir al muelle de los pescadores, quiere alejarse de esos seres que la perturban.
Los pinos tienen los brazos cubiertos de nieve.
Conoce el lugar como si fuera su propia casa, no obstante la naturaleza todos los días le depara una sorpresa, nuevas imágenes que atesorará en su alma.
El celular será su tercer ojo, capturará trozos de postales que no alcanza a observar por efecto del viento.
Es hora de regresar al hogar.
Los leños encendidos le dan calidez al salón.
Mientras enciende la computadora revisa los mensajes del contestador automático.
Un grito desgarrador la paraliza, el identificador de llamadas indica que es un número desconocido.
La PC está lista para bajar las fotografías que tomara durante el paseo habitual.
Gaviotas que regresan presurosas a los nidos.
Mar, vestigios de arena, mucha nieve.
Una de las fotos muestra algo que no vio, detiene la imagen con el propósito de ampliarla, en la entrada de la cueva natural del cerro hay una mancha roja.
Otra vez siente pánico.
Es tarde para regresar al sitio, lo hará en las primeras horas de la mañana, previamente se dirige a las autoridades policiales, le informan que no se ha reportado ninguna desaparición.
Junto a los integrantes de la fuerza recorre lugares por los que ayer caminara.
Asombrados encuentran en la puerta de la cueva del cerro prendas, ella asegura que son las mismas que vestía la pareja.
Se inicia la búsqueda.
Perros adiestrados no encuentran ningún indicio que pueda resolver el caso.
No hay víctimas ni victimarios.
Ha pasado más de una década.
En pocos días la causa prescribe para la ley de los hombres, ella espera que la justicia divina encuentre al responsable de un crimen sin cuerpos.
El tercer ojo, la cámara de su celular, capturaron una imagen nefasta.
Cronos es implacable, hoy la protagonista de esta historia se apoya en un bastón para continuar sus paseos.
Nadie puede explicar por qué en ese sitio tan extraño, ha nacido una planta que da flores rojas.
No comments:
Post a Comment