Thursday, July 22, 2010

TAÑIDO DE CAMPANAS




La distancia logró que conociera el sabor agridulce de la tristeza.

Atrás habían quedado los amigos que decían añorarían su presencia.

Las ilusiones se convirtieron una a una en realidad.

No quería ver los rostros de aquellos que se proclamaban amigos, estaban todos juntos en un bar celebrando algo.

No la recordaban ni por el nombre ni por la apariencia, muy lejos habían quedado las sensaciones compartidas.

En el papel las letras bailaban una danza siniestra, las fotos estaban borrosas, solo su corazón era capaz de identificar cada rostro.

Lloró hasta que sus ojos fueron dos cuencos secos.

La iglesia del pueblo se iluminaba al caer la tarde.

Los floreros contenían ramos de perfumadas azucenas.

Hincada ante la imagen de un Cristo de madera rogó por aquellos que había conocido y se habían transformado en fantasmas.

Recordó cada nombre uniéndolos a los rostros que tanto había amado.

Las campanas sonaban en el campanario, llamaban a los fieles.

Nadie acudía a la cita.

El monje recogió su sotana para bajar las escaleras que lo llevaban al templo.

Ella seguía esperando, segura que nadie escucharía sus oraciones.

A todos los que partieron los recuerda con cariño, a los que decidieron darle la espalda los ama como antes.

Quizás mañana cuando en el pueblo se escuche el tañir de las campanas, el acorde de metal sea quebrado por la risa de los amigos que ya no están.

Mientras tanto las cuentas del rosario se opacan, en cada una está representado el amor de aquellos que amó sin pedir absolutamente nada.


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