No existe en la tierra caminata más bella que aquella que juntos hacíamos por el bosque.
En cada paseo siempre había algo nuevo para descubrir.
Pájaros enamorados compartiendo el nido.
El trino melodioso de los ruiseñores lograba que algunas hojas se desprendieran de las ram.
El descenso era una magnífica danza que no nos cansábamos de contemplar.
Las aedillas jugaban a las escondidas en el hueco de los añosos árboles.
Placer para la vista, caricias para el alma.
Metros más adelante el paisaje se mostraba ralo.
La naturaleza había pintado todo en tomos azules y rosados haciendo juego con los colores del espejo de agua y la silueta elegante de dos flamencos que se mostraban quietos para que se admirara su belleza.
Siempre decías que éramos vos y yo mirando el atardecer.
Te dejaba saltar entre las piedras con la promesa que no te alejaras demasiado.
La felicidad era completa.
He vuelyo al bosque.
El silencio es absoluto.
Llego a esa propuesta azul de las aguas.
No están los flamencos.
La madre ya no se muestra desde la desaparición de su hijo.
Nada tiene que hacer allí.
Tampoco yo encajo en ese espacio, antes mágico.
No te tengo.
Vuelvo sobre mis pasos.
Sé que nunca más regresaré allí.
El bosque pertenece a las personas alegres, no lo soy.
Se me cayó la vida.
Me levantaste desde los escombros que me tapaban para que comenzara de vuelta.
Estoy aquí para no preocuparte.
Mi sueño es estar a tu lado prontamente.
Tesoro, te amo, por
Ello te pido que nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=XV3sqCTKLcU
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