Thursday, January 22, 2009

SOBREVIVIENTES




Han escalado la montaña huyendo de la guerra.
En las alturas blancas pareciera que están más cerca del cielo para protegerse.
El frío intenso atraviesa piel y carne de dos seres despojados.
El viento gélido arranca más de una lágrima, ambos saben que es el alma lacerada la que rompe en llanto.
Las miradas cansadas se pierden en medio de la nada.
El abuelo arropa al pequeño con su manto rojo, quiere que se desvanezca para siempre el miedo.
Lo abraza fuerte, es lo único que le dejó la contienda.
El corazón golpea fuerte en el pecho del niño, debe calmarlo, para lograrlo le contará historias recientes.
La mueca de una sonrisa intenta aparecer cuando escucha relatos de cientos de globos de papel posados sobre la vereda de una ciudad pequeña y tranquila.
La misma que fue testigo de los juegos del anciano y su nietecito.
Reconfortado el chiquito recuerda los dibujos grabados en el papel.
¿Abuelo dónde están mis papás, mis hermanos, la casa?
¿Cómo decirle la verdad a un niño sin herirlo?
¿Qué palabras utilizar para no expresar el dolor que lo embarga?
Le promete que pronto se encontrará con ellos.
Bajarán la cima de la montaña en pocos días.
Los recibirán paisajes añorados, el verde de los campos que florece después de una lluvia.
Cambiará el abrigo colorado por un sombrero blanco para mitigar los rayos del sol cuando debe arriar los animales.
En ese punto imaginario donde el azul se mezcla con el verde, observará los brazos extendidos de sus seres amados.
Juntos, al abrigo de la paz compartirán el amor de la familia.

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