Elián es un bello niño, adora la pintura, la carencia de sus bracitos no son motivo para que pueda expresarse a través del arte.
En la escuela a la que concurre harán una exposición con todos los cuadros pintados por los chicos especiales.
Tiene dos semanas para prepararlo.
El abuelo le construyó un borrico para apoyar las telas, adosó una palanca para que el muchachito pueda ponerla a la altura de sus labios, de esa manera podrá deslizar el pincel sin mayores inconvenientes.
En la paleta brillan las acuarelas, rosados, blancos, carmín, todos los que necesite para su obra.
Su abuelo coloca la tela para el cuadro que será expuesto en los salones del municipio.
El tema es libre.
Juan observa a su nietecito, lo nota distraído.
El niño sonríe con el pincel en su boca.
Abuelo no sé qué pintar, no conozco la imágen de la incomprensión.
El anciano le dice que busque la inspiración en la naturaleza.
Observando aquello que lo rodea podrá lograr un magnífico cuadro.
Decidido, con trazos firmes va dejando en la tela trozos de cielo límpido, algunos pájaros se acercan a su universo.
Pinta alas multicolores, flores que parecen recién cortadas de los canteros, hasta se puede oler la fragancia de ellas, pétalos delicados , algunos vestidos de rocío.
El cuadro está terminado, llega el momento de exponerlo.
Gana el primer premio.
Ha firmado la obra con una serie de estrellas que forman la inicial de su nombre.
El profesor repara en ese detalle.
Felicita al niño, observador como pocos el pequeño responde, esas estrellas son las que conforman la palabra entendimiento.
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