Wednesday, April 21, 2010

ALAS QUEBRADAS




Durante más de cuatro años vivió en la copa de un arrayán.

Desde allí avistaba el paisaje, cantaba sin cesar con el único propósito que los turistas repararan en él.

Los trinos melodiosos eran el único vehículo para comunicarse con aquellos que buscan paz, rodeándose de la belleza que ofrece la naturaleza, casi sin pedir nada a cambio.

Sus ocasionales compañeros lo estimaban, eso creía al escucharlos gorjear.

No podía pedir nada más, tenía una familia, conformada en los bosques del sur.

A medida que la misma iba creciendo con la llegada de nuevos herederos, el pajarillo buscaba las ramas que tuvieran más hojas para protegerlos de la tempestad que no avisa en qué momento arribará.

El amor de los suyos lo hacía sentir cerca del cielo.

Se encargaba de tener prolijo el nido, consideraba que esa sería la casa que había elegido para estar siempre, al lado de los suyos y de los seres imaginarios que tanto había aprendido a querer y respetar.

En el idioma de los pájaros se comunicaba con todos los que integraban su especie.

En el mundo de los pájaros nada dura para siempre, es similar al de los seres humanos.

Los polluelos productos del amor con su compañera, optaron por la libertad, eran casi adultos que buscaban su propia independencia.

Con angustia los liberó, les correspondía y no sería él quien le quitara las posibilidades de vivir en otro lugar.

La imprudencia de un visitante que solo conocía la desidia como si fuera un trofeo enjauló a su compañera.

Creyó morir.

Jamás había vivido en soledad.

Le faltaba el calor del hogar que había construido.

No resistía vivir en las alturas del arrayán.

El día anterior a la primera nevada, observó que el tiempo había dejado marcas en el tronco del árbol.

El hueco que había horadado la madera sería su nueva vivienda.

Después de tanta tristeza pudo sonreír, aún cuando sus trinos parecían un lamento.

No se rendiría.

El bosque le aseguraba comida, el tronco del árbol sería su nuevo hábitat.

No reparó al entrar en la nueva vivienda que una astilla se desprendía de la corteza.

Filosa como una navaja, quebró una de sus alas.

Por primera vez sintió dolor físico.

No se entregaría fácilmente a una muerte segura.

Sabía que no podría volver a volar por mucho tiempo.

Acurrucado en el tronco del arrayán duerme desde hace mucho.

Solo tú, con cariño sincero lo puedes despertar.


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