Mi mundo tiene demasiadas preguntas a veces tengo respuestas, otras aparece el silencio.
Conocí el sabor de las lágrimas, no quería que se deslizaran por mi cara.
Sabía que harían surco en mi rostro, en cada uno de ellos como ríos cristalinos dejarían un surco.
Me negué a ver la realidad triste que aparece cuando mueren las letras.
Necesitaba estar viva, sentir tu presencia.
El calor de tu voz envolvía mi mente, no sé que hiciste para que cesara el llanto.
Te escuché, lograste con la palabra sincera que cesara la congoja.
La angustia se llevó al mar que tanto amamos esas gotitas de agua salada para conformar parte del agua majestuosa.
Me hiciste sentir que no estaba tan sola.
Todo tiene su tiempo, por varios minutos sentí que estaba viva.
Intenté tomar la pluma para darle vida a un cuento.
Ambos sabemos que la escritura es parte de mi vida, de nuestras vidas.
Sabio puedes convertir cada letra en entendimiento.
No te importa que para caminar necesite muletas.
Recordamos todos los momentos vividos, has podido separar lo malo de lo bueno.
¿Cómo decirte que me siento inválida?
Ambos conocemos los paisajes que compartimos a través de los cuentos.
Podemos llegar al alma de los que enarbolan la bandera de la fuerza.
No he podido refugiarme en paños imaginarios.
Intenté reír para acompañar la sabiduría de tus palabras.
Comprendiste que estaba abatida por la injusticia.
Solo tú puedes comprenderme.
Miles de veces desnudé mis sentimientos.
Ahí estabas.
El teléfono permitía que nos acercáramos, no tanto como para aliviar mi tristeza.
Mil historias con paisajes soñados animaron nuestra charla.
Reflotamos anécdotas compartidas por más de cuatro años.
Reíste para darme fuerza.
Te escuché contento, avivando recuerdos compartidos.
No me animé a decirte que en ese instante sagrado que tu voz inundó todos los espacios compartidos, lentamente la pluma se iba secando.
Allí en ese sitio que solo guardo para mi, supe que acababa de sepultar cada una de mis letras.
http://www.youtube.com/watch?v=-AxBIp0rgGk&feature=related
Conocí el sabor de las lágrimas, no quería que se deslizaran por mi cara.
Sabía que harían surco en mi rostro, en cada uno de ellos como ríos cristalinos dejarían un surco.
Me negué a ver la realidad triste que aparece cuando mueren las letras.
Necesitaba estar viva, sentir tu presencia.
El calor de tu voz envolvía mi mente, no sé que hiciste para que cesara el llanto.
Te escuché, lograste con la palabra sincera que cesara la congoja.
La angustia se llevó al mar que tanto amamos esas gotitas de agua salada para conformar parte del agua majestuosa.
Me hiciste sentir que no estaba tan sola.
Todo tiene su tiempo, por varios minutos sentí que estaba viva.
Intenté tomar la pluma para darle vida a un cuento.
Ambos sabemos que la escritura es parte de mi vida, de nuestras vidas.
Sabio puedes convertir cada letra en entendimiento.
No te importa que para caminar necesite muletas.
Recordamos todos los momentos vividos, has podido separar lo malo de lo bueno.
¿Cómo decirte que me siento inválida?
Ambos conocemos los paisajes que compartimos a través de los cuentos.
Podemos llegar al alma de los que enarbolan la bandera de la fuerza.
No he podido refugiarme en paños imaginarios.
Intenté reír para acompañar la sabiduría de tus palabras.
Comprendiste que estaba abatida por la injusticia.
Solo tú puedes comprenderme.
Miles de veces desnudé mis sentimientos.
Ahí estabas.
El teléfono permitía que nos acercáramos, no tanto como para aliviar mi tristeza.
Mil historias con paisajes soñados animaron nuestra charla.
Reflotamos anécdotas compartidas por más de cuatro años.
Reíste para darme fuerza.
Te escuché contento, avivando recuerdos compartidos.
No me animé a decirte que en ese instante sagrado que tu voz inundó todos los espacios compartidos, lentamente la pluma se iba secando.
Allí en ese sitio que solo guardo para mi, supe que acababa de sepultar cada una de mis letras.
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