Elisa pasea por los jardines de su casa.
El jardinero ha dejado el espacio como una sinfonía de colores y fragancias.
Cada planta en los canteros está alineada con otra de diferentes colore, conformando un cuadro que provocaría la envidia del más excelso pintor.
Disfruta de la belleza que otorga la naturaleza.
Recoge los pliegues de su largo vestido, etérea parece un ángel que sostiene la mirada en un punto.
Temprano no había reparado en una flor magnífica.
Rosas negras sostenidas por verdes tallos.
Extasiada las observa, nunca ha visto tanta belleza.
El rosal crece, gracias a los cuidados que le brindan.
Mañana regresará a mirar sus plantas.
Detenida ante la rosa de tan extraño color piensa en ese pétalo oscuro como noches sin luna.
Asombrada observa que uno de ellos no es del todo negro, una cruz plateada está en la superficie aterciopelada.
El crepúsculo obstinado da el mismo color a casi todas las flores.
Se protege del viento con una chalina.
No tiene intención de regresar a la casa.
Leños encendidos abrigan el lugar.
Dos copas de cognac esperan en la mesa.
El aroma a incienso inunda el comedor compartido.
Él la espera en el sitio elegido.
Los aromas de las flores se mezclan con los de las velas encendidas.
Los sentimientos la confunden, quiere estar con él, aún cuando preferiría que estuviera lejos.
Lo ama demasiado como para pedirle que se aleje.
Necesita que la rodee con sus brazos, beber el néctar de sus besos.
Sabe que no son los mismos de antaño.
Atiza el fuego.
Una chispa enciende el vaporoso vestido.
No siente las heridas.
El cuerpo está inmaculado.
Solo el pétalo de una rosa negra está grabado en su pecho.
Mañana los diarios publicarán en primera plana que Elisa, la mujer que muchos amaron descansará en los brazos del Señor que a nadie abandona..
http://www.youtube.com/watch?v=mICJ7EXuE9w
El jardinero ha dejado el espacio como una sinfonía de colores y fragancias.
Cada planta en los canteros está alineada con otra de diferentes colore, conformando un cuadro que provocaría la envidia del más excelso pintor.
Disfruta de la belleza que otorga la naturaleza.
Recoge los pliegues de su largo vestido, etérea parece un ángel que sostiene la mirada en un punto.
Temprano no había reparado en una flor magnífica.
Rosas negras sostenidas por verdes tallos.
Extasiada las observa, nunca ha visto tanta belleza.
El rosal crece, gracias a los cuidados que le brindan.
Mañana regresará a mirar sus plantas.
Detenida ante la rosa de tan extraño color piensa en ese pétalo oscuro como noches sin luna.
Asombrada observa que uno de ellos no es del todo negro, una cruz plateada está en la superficie aterciopelada.
El crepúsculo obstinado da el mismo color a casi todas las flores.
Se protege del viento con una chalina.
No tiene intención de regresar a la casa.
Leños encendidos abrigan el lugar.
Dos copas de cognac esperan en la mesa.
El aroma a incienso inunda el comedor compartido.
Él la espera en el sitio elegido.
Los aromas de las flores se mezclan con los de las velas encendidas.
Los sentimientos la confunden, quiere estar con él, aún cuando preferiría que estuviera lejos.
Lo ama demasiado como para pedirle que se aleje.
Necesita que la rodee con sus brazos, beber el néctar de sus besos.
Sabe que no son los mismos de antaño.
Atiza el fuego.
Una chispa enciende el vaporoso vestido.
No siente las heridas.
El cuerpo está inmaculado.
Solo el pétalo de una rosa negra está grabado en su pecho.
Mañana los diarios publicarán en primera plana que Elisa, la mujer que muchos amaron descansará en los brazos del Señor que a nadie abandona..
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