HISTORIA DE UNA MASCOTA

Hoy lo evoca con todo el amor que puede inspirar una mascota.
Cuando le regalaron el primer perro, dudó de su origen, el motivo era simple, a los dos meses los perritos de la raza collie, no tiene el pelaje largo, tampoco el hocico es alargado.
De todas maneras pese a las diferencias, comenzó a quererlo.
Elegirle el nombre fue una discusión familiar, ella quería llamarlo Atila, sin embargo su apariencia tranquila no se condecía con semejante nombre.
Recordaron a un viejo amigo que vivía en la misma tierra que años después adoptarían como propia.
Gilberto creció, demostró con el paso del tiempo que era un animalito más que inteligente.
Tenía miles de anécdotas para contar de la mascota.
Había aprendido a dar una vuelta a la manzana solo, sin la compañía de sus dueños, todo un logro.
Vivaz se detenía a saludar a los comerciantes del barrio, un aullido era premiado con una perfumada factura, el movimiento de la cola indicaba el agradecimiento.
La familia comenzó a agrandarse, vinieron los niños.
Nada para preocuparse.
Alerta escuchaba el llanto de un bebé, presuroso corría a avisarle a la madre.
Se aferraba a las piernas de su dueña para avisarle.
Así se fue transformando en casi un ser humano.
No dudó en arrojase a la piscina, cuando pensó que los chicos peligraban dentro del agua.
Paciente los empujaba, hasta que salieran de ella.
El tiempo pasaba sin prisa ni pausas.
La mascota a medida que Cronos marcaba las horas, era más bonito.
No corría como antes para que se luciera su brilloso pelaje.
Una noche de invierno uno de los chicos lo notó agitado.
Se sucedieron las consultas al veterinario, nadie aceptaba que la mascota mostraba las señales de los años transcurridos.
Radiografías, análisis mostraban el deterioro del animalito.
El electrocardiograma trajo el peor diagnóstico.
Atardecer invernal, no había destellos de luna que encendieran las estrellas.
La tenue llovizna, silenciosa, acompañaba las lágrimas.
Entre todos buscaron un lugar en el jardín.
Allí descansaría para siempre.
Uno de los niños le pidió al abuelo que plantara un jazmín.
Así se hizo.
Hoy no viven en la misma casa, el destino los llevó lejos, no tanto como para olvidar a su primera mascota.
La primavera traerá los primeros pimpollos blancos.
No importa donde estén.
La fragancia intensa de las flores, avivará los recuerdos.


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