De a poco los amigos del chat fueron bloqueando su dirección de correo, todas las noches contaba sus encuentros amorosos con mujeres de cualquier edad.
Decía ser el mejor amante, no había una sola fémina que no quisiera caer en sus brazos.
A todas sin excepción las llevaba a lugares costosos, todas querían repetir la experiencia de estar con un verdadero representante del sexo opuesto.
Historias poco creíbles para quien manifestaba estar casado con una modelo, imagen de conocidas marcas en el país y el exterior.
Una mujer sumamente atractiva que no precisaba tener a un simulador en su casa, su belleza le permitía tener a cualquier hombre a sus pies con solo desearlo, la única condición que ponía era preservar su vida privada de la curiosidad de los otros.
Veía poco a su marido, no toleraba la cantidad de horas que pasaba frente a la computadora con el único propósito de captar la atención de algunas muchachas, para después contar sin reparos sus hazañas amorosas.
Lo más triste es quienes compartían con el gran macho la cama, posteriormente eran denigradas entre los ocasionales amigos de la red.
Sofía era joven y hermosa, ganaba fortunas, el amor que le había profesado a su marido se convirtió en desconfianza.
Sin dudarlo, una noche que él había bebido en exceso lo acompañó a la cama, entre caricias y besos logró su objetivo conocer la contraseña que utilizaba su esposo para engañar a chicas y no tan chicas que morían por encontrarse con un hombre de bajos instintos.
A todas vía correo electrónico les ofrecía compartir su fortuna imaginaria, el dinero que entraba a la casa provenía de los desfiles que ella hacía en cualquier parte del mundo.
Juan hacía tiempo que no era un empresario exitoso, la obsesión le hacía perder negocios millonarios, a esta altura no sabía por qué continuaban juntos, antes de abandonarlo el orgullo le daría un escarmiento a su marido.
El dueño de la agencia para la que Sofía trabajaba sería su cómplice, en el momento de pedirle el divorcio no pensaba compartir un centavo con ese hombre que de hombre solo tenía el género.
Ariel era un ser angelado, no se podía determinar su sexo si se tomaba como parámetro la belleza.
El matrimonio se despidió en el aeropuerto, ella viajaba a Dubai para una sesión de fotos, una plaza codiciada y conocida.
Intercambiaron las recomendaciones del caso, sacar al perro a pasear a determinada hora, cuidar que la casa estuviera impecable a su regreso.
Ariel se agregaría a su red de amigos, a los dos días propiciaron un encuentro, para tal fin se vistió de mujer, estaba espléndido enfundado en un vestido de marca, una peluca de cortos cabellos ocultaría su identidad modificada con maquillaje y otros aditamentos.
Juan alquiló una costosa suite en un hotel céntrico, había prometido desde siempre preservar la vida privada de su esposa.
El balde de cristal contenía una botella de champagne, las copas esperaban para brindar por el encuentro.
Antes de llegar al momento esperado, Ariel saca de su carterita brillosa un sobre.
Inmediatamente reconoció la letra.
La esquela decía:
“Mañana contraigo enlace con un jeque árabe, no necesito estar divorciada, no regresaré al país, concretaré mi anhelo de ser madre, mis abogados te visitarán próximamente.Mientras jugabas a ser el macho argentino, acumulé pruebas suficientes, de mi patrimonio no recibirás absolutamente nada.Tenés cuarenta y ocho horas para desalojar el departamento, no podrás llevarte nada, he donado todo, la computadora también”
Sofía
Sofía
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