De nada le sirve transformar los meses en minutos o segundos, al final del ejercicio la cuenta será exactamente la misma.
Es un hombre de negocios exitoso, ha viajado solo o acompañado por distintos lugares del planeta.
Es atractivo pese a haber pasado, no importa la cantidad de años.
El gimnasio ha modelado su cuerpo, la cama solar disimula la lividez que atrevida comienza a asomar en su rostro.
Una mañana cualquiera encuentra manchas en su cuerpo, el médico personal le había comentado que sería el principio del fin.
Descarta los relojes que marcan la hora de su partida.
Convoca a su abogado quiere dejar los papeles en orden, al despedirlo una lágrima, otra y otra asoman a sus ojos, hasta convertilos en un torbellino de agua salada.
Una copa de cognac cerca del hogar del amplio salón lo llevará a evocar momentos de su vida.
El crepitar de los leños encendidos trae a su memoria la bonanza de sus padres.
Aprieta con sus manos la copa hasta hacerla estallar en mil pedazos, el líquido se vierte en sus piernas como si fuera savia que alimenta la vida que se extinguirá en poco tiempo.
Recostado en el sillón cierra los ojos.
Como en una película, pasajes de su andar por la vida.
El cuerpo se convulsiona al recordar el accidente aéreo en el que murieron sus padres.
Jamás se encontraron los cuerpos.
Tomó como rutina arrojar flores al mar cuando se cumplía un aniversario.
El letargo trae la figura de Amanda.
¿Qué habrá sido de ella?
Se amaron como locos que encendían el fuego hasta dejar las sábanas mojadas.
Era hermosa, codiciada, sensible, aceptó todas las condiciones que él le imponía, menos la de tener un hijo que trascendiera el amor y los tiempos.
Llora hasta que las lágrimas se evaporan en el más sobrecogedor silencio.
Librará su última batalla con la muerte que lo espera.
No le dará oportunidad de verlo vencido.
Se acerca al fuego, rápidamente las ropas se encienden.
Mañana serán inhumadas las cenizas de un hombre que decidió librar una batalla con esa mujer etérea que eligió vestimentas negras.
Amanda asiste a la ceremonia, un joven la sostiene, en el último acto decidió ser partícipe del adiós al hombre que más amó en su vida.
El mar será depositario del contenido de la urna.
Alejo se lleva la placa de metal, espera continuar la obra de su padre viviendo cada minuto de la vida que dos amantes le regalaron.
El mar recibirá las cenizas de un hombre que eligió la soledad que trasciende los espacios terrenales.
http://www.youtube.com/watch?v=wlDWXv-cIh8&feature=related
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