Parral escucharía por primera vez su llanto, la comadre secaba las perlas de sudor que cubrían el rostro lívido de quien estaba por dar a luz a uno de los más grandes poetas latinoamericanos.
La tuberculosis había minado el cuerpo de la parturienta, nadie aseguraba la sobre vida del niño por nacer.
La naturaleza acompañaba el difícil momento.
Entre brumas se adivinaba la silueta de los fiordos recortados que dejaban morir sus manos imaginarias en el océano.
La vida fue empañada por la muerte prematura de la madre.
Como pudo el empleado de ferrocarriles atendió al recién nacido, fruto de un amor inmenso.
A tan corta edad los bebés necesitan la atención de una mamá.
Sentada en la playa, Trinidad espera a su futuro marido, en un bolso lleva mantas para proteger al niño del frío invierno sureño.
Lo ama como si lo hubiera llevado en sus entrañas.
Más grandecito conocerá la historia de su nacimiento.
Una mamá lo vigila desde lo alto, lejos en el cielo, la otra a la que llamará mamadre, será quien lo acompañe a transitar la vida.
Atenta a los avances del pequeño que siempre había demostrado su amor por las letras.
Cualquier ámbito era bueno para que aparecieran sus musas, en sus alas traerían las más bellas poesías.
El paso de los años propició que desempeñara las más diversas funciones, hasta incursionar en política, pero siempre teniendo un tiempo para escribir los más sentidos versos.
Reconocido conservó el don que solo tienen los grandes, la sencillez.
Pablo enfermó, no tenía miedo a la muerte, era un escritor famoso y su obra trascendería a la vida.
Hoy en todos los rincones del país trasandino se lo recuerda.
Comparte la misma estrella con quien le diera vida, a ella le lee uno de sus tantos poemas.
A ese grande de la literatura, a Pablo Neruda, mi pequeño homenaje.
http://www.youtube.com/watch?v=Dz6YQMEOIug
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