Como muchos argentinos, se quedó sin trabajo.
Tranquiliza a su mujer acariciándole la panza que ella muestra orgullosa.
Algo le dice que el fruto de ese amor traerá grandes cambios.
Pasó por todos los trabajos conocidos y por conocer.
Juntos forjaron un futuro,sabe que faltan cuotas para terminar con la hipoteca del departamento, siente que su hijo nacerá feliz en un ambiente rodeado de amor.
Amateur en la pintura, entiende que su obra será el sostén del hogar que siempre quiso tener.
Todas las tardes se dirigirá a la plaza cercana a su hogar, los niños serán fuente de inspiración.
Comienza dibujando retratos de los ocasionales visitantes del predio.
Los duendes del crepúsculo aumentan su inspiración, solo él puede verlos jugando entre las flores, desarreglando risueños los prolijos canteros, cantando hasta despertar la fragancia adormecida de una bella flor.
La niña que vende dulces le hace una propuesta, le pide pinte una lámpara de papel, pagará su trabajo con un alfajor.
Comenta el episodio con su mujer mientras cuentan el producto del trabajo, todo marcha bien.
Al niño que esperan no le faltará nada.
Buscan en libros de cuentos imágenes para decorar la lámpara.
Encuentran graciosos topos que se esconden en la verde gramilla.
Visualizan coloridos duendes y gnomos para alegrar la lámpara que días después obsequiarán a la niña.
Otra vez la plaza será lugar del encuentro, la pequeña admira la obra.
Sus ojitos celestes se esconden entre tupidas pestañas, como todo los chicos agrega un pedido.
Con una dulce vocecita solicita que dibuje una estrella, será quien ilumine el sendero de su hermanito por nacer.
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