De regreso de su último viaje, Marcia instalada en su casa procede a abrir su casilla de correos.
La empresa para la cual trabaja la cita para el día siguiente.
Concurre puntualmente, el próximo destino será Colombia.
Mientras prepara las maletas le asusta un poco conocer un país donde a veces se genera violencia, como siempre buscará el lado positivo, algo bueno debe haber.
Con calma acomoda a sus fieles compañeras las cámaras digitales y la videograbadora.
Acostumbrada a los viajes desterrará la ira que le produce pasar por migraciones, está feliz ante esta oportunidad que le brinda el destino.
Llega en las primeras horas de la mañana eso le permite observar las flores despojándose de sus vestidos formados por el rocío.
Todos los matices de verde se conjugan en el paisaje.
Una pequeña avioneta la dejará en el pueblo de Macarena, el guía le cuenta que allí encontrará una de las maravillas que la humanidad regala al hombre.
Sonríe y le parece un poco exagerada la apreciación de quien la acompañará en ese sitio.
Atraviesan parte de la selva colombiana, los guacamayos gritan desde los árboles, el colorido plumaje los ornamenta.
Un kilómetro más adelante está la reserva de Caño Cristales, allí comienza el cauce del famoso río de los siete colores tiene saltos y cascadas, túneles que hacen perder de vista el cauce del agua cristalina.
Las algas se abrazan a las piedras, los colores rojos, azules, amarillos, verdes, aparecen majestuosos ante su vista asemejan banderas que flamean ante tanta belleza.
El aro iris se ha quedado a vivir en el agua.
Abordan un gomón, practicarán rafting, sortearán todos los rápidos, danzando el agua los salpica.
A la vera del famoso río los pájaros obsequian sus trinos.
El temor que tenía se disipa, disfruta toda la vista.
Entiende que por ese curso de agua ha pasado la mano de un ser superior, jamás había visto tanta hermosura.
Antes de partir rumbo al aeropuerto de El Dorado que la depositará en su lugar de residencia, eleva una oración, pide que esas aguas sigan siendo tan limpias como siempre, que conserven todos los colores y que jamás una gota de sangre intente confundirse con el rojo de algunos tramos de tan esplendoroso río.
La empresa para la cual trabaja la cita para el día siguiente.
Concurre puntualmente, el próximo destino será Colombia.
Mientras prepara las maletas le asusta un poco conocer un país donde a veces se genera violencia, como siempre buscará el lado positivo, algo bueno debe haber.
Con calma acomoda a sus fieles compañeras las cámaras digitales y la videograbadora.
Acostumbrada a los viajes desterrará la ira que le produce pasar por migraciones, está feliz ante esta oportunidad que le brinda el destino.
Llega en las primeras horas de la mañana eso le permite observar las flores despojándose de sus vestidos formados por el rocío.
Todos los matices de verde se conjugan en el paisaje.
Una pequeña avioneta la dejará en el pueblo de Macarena, el guía le cuenta que allí encontrará una de las maravillas que la humanidad regala al hombre.
Sonríe y le parece un poco exagerada la apreciación de quien la acompañará en ese sitio.
Atraviesan parte de la selva colombiana, los guacamayos gritan desde los árboles, el colorido plumaje los ornamenta.
Un kilómetro más adelante está la reserva de Caño Cristales, allí comienza el cauce del famoso río de los siete colores tiene saltos y cascadas, túneles que hacen perder de vista el cauce del agua cristalina.
Las algas se abrazan a las piedras, los colores rojos, azules, amarillos, verdes, aparecen majestuosos ante su vista asemejan banderas que flamean ante tanta belleza.
El aro iris se ha quedado a vivir en el agua.
Abordan un gomón, practicarán rafting, sortearán todos los rápidos, danzando el agua los salpica.
A la vera del famoso río los pájaros obsequian sus trinos.
El temor que tenía se disipa, disfruta toda la vista.
Entiende que por ese curso de agua ha pasado la mano de un ser superior, jamás había visto tanta hermosura.
Antes de partir rumbo al aeropuerto de El Dorado que la depositará en su lugar de residencia, eleva una oración, pide que esas aguas sigan siendo tan limpias como siempre, que conserven todos los colores y que jamás una gota de sangre intente confundirse con el rojo de algunos tramos de tan esplendoroso río.
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