Semanas atrás recibí un golpe de esos que no se esperan, no
se trató de un daño físico sino de algo más profundo, heridas que se le
profieren al alma.
Con lágrimas que se engendran en interior del alma,
observaba que mis musas salían disparadas sin conocer su derrotero.
Pensé por instantes que la jugadora de letras había partido
con ellas para no regresar nunca más.
Como una autómata recorría páginas de la red, buscando algo
que sabía no encontraría jamás.
Desde chica me habían enseñado a compartir y de esa manera
crecer, ahora el crecimiento estaba estancado por causas que si bien conocía me
resistía aceptar.
El lugar que ocupan las letras es sagrado desde mi concepción,
no había episodio en el mundo que pudiera mancharlas, sin embargo mi ser no era
capaz de escribir una sola.
Necesitaba soplos de brisa fresca para atenuar el dolor.
Mis ojos eran dos cuencos vacíos incapaces de generar una lágrima,
lágrima que no buscaría sentimientos de piedad sino llegar al entendimiento que
se había perdido.
La conmoción que me produjo leer las violaciones a las
letras de los otros llenaron mi alma de sombras pesadas, sombras que lograban
caminara encorvada cargando el peso de una mochila ajena.
No pediría ayuda, estaba decidida a salir de ese estado de
vacío que tanto me había lastimado.
Las caminatas siempre fueron sanadoras, en esta ocasión me
alejaría del mar que tanto amo, no quería ver la escuadra perfecta que forman
las gaviotas atravesando el cielo sin derrotero certero.
Iría al bosque, a esa hora por distintas circunstancias la
iglesia a cielo abierto no tendría concurrentes.
Deslicé mis manos acariciando los bancos formados en hilera,
concluyendo ante la imagen de Dios, a él le pediría fuerzas para continuar con
mis juegos literarios.
El silbido de la brisa movía los pétalos de las azucenas,
sin percibirlo estaría resguarda entre ellos.
Corola blanca, con su delicada fragancia me transportaría a
Marrakesh, sitio árido donde crecen las flores gracias al riego artificial
creado por el hombre.
En minutos estaría en el jardín más famoso, La Menara, desde allí escribo.
Dudo que sea capaz de reflejar cada sentimiento.
Mi atuendo se transformó en un vestido rojo como la pasión
que envuelve a los enamorados, gasas volátiles, etéreas.
Movimientos suaves me acariciaban, insinuantes tomaban mis
manos para mostrarme el camino de la libertad, no necesité tener alas para
desplegarlas.
Salí del fondo de la flor, recorrí paisajes majestuosos
donde solo tenía cabida la esperanza.
No es tiempo de regresar al fondo de la flor, no por ahora.
Gozaré de la libertad por la que tanto he bregado en la otra
vida que sabrá esperarme, estoy cumpliendo un sueño.
No quiero despertar, quiero disfrutar cada minuto de este
nuevo mundo desde el fondo de una flor.
Solo si te esfuerzas podrá entenderme.
http://www.youtube.com/watch?v=3nBHIhb8rSY&feature=player_detailpage
No comments:
Post a Comment