Viajera incansable decidí cruzar la frontera en búsqueda de
nuevas emociones que se alojaran en mi alma.
El vuelo a Asunción del Paraguay fue tranquilo, el aeropuerto
mostraba opulencia, dedicación por parte de sus empleados.
Los trámites fueron sencillos, me recibieron como a una
hermana de la región.
Afuera me esperaba un taxi que me llevaría al hotel.
Edificio confortable ubicado a orillas de un río de aguas
torrentosas.
Desde mi habitación la vista no podía ser mejor.
Dudo que el más famoso pintor haya realizado una obra tan
bella como la que estaba contemplando.
Pese al clima cálido y la humedad preferí tener los
ventanales abiertos con el propósito de escuchar los majestuosos sonidos de la
naturaleza.
Distintos verdes alegraban la vista, amalgama perfecta para
el agua de color marrón.
Pájaros ofrecían distintas melodías, las flores mostraban su
exhuberancia por doquier.
El atardecer trajo la primera estrella, enorme, brillante dejaría
paso a la luna más hermosa, no recordaba haberla percibido tan bella.
Destellos plateados y rojizos pintaron un nocturno
estremecedor.
Los golpecitos en la puerta me trajeron a la realidad, el
conserje del hotel me traía la cena.
Exquisita, la bandeja acompañada de flores de la región.
Comuniqué a mis seres amados que había llegado bien.
Cenaría acompañada de acordes musicales provenientes de una
orquesta muy particular.
No me resultaban ajenos los compases, el sonido era distinto,
tan distinto como para elevar el espíritu.
Necesitaba contactarme con el director de esa orquesta tan
singular, para ello utilizaría la red.
Pese a horario el maestro Luis Szarán me concedió una
entrevista en forma casi inmediata.
Los primeros rayos de sol oficiaron de despertador, alquilé
un auto de pequeño porte, el encuentro sería lejos de la ciudad.
En el trayecto por caminos de tierra observé niños y
adolescentes revolviendo la basura, sabría
después que con los desperdicios fabricaban instrumentos musicales.
Cualquier elemento servía para reciclarlo y transformarlo en
un violín, no era un Stradivarius, sonaba mucho mejor, flautas hechas con tubos
de agua.
Todo aquello que era descartado por otros, esos chicos lo
transformaban en elementos para su orquesta.
No solo aprendían a cultivar el alma y los sentimientos con
acordes musicales, mientras buscaban la perfección salían de la calle, calle
que la mayoría de las veces se convierte en una trampa mortal.
Pude entrevistar a Luis, entender que los sueños se hacen realidad
si se piensan con fuerza, fuerza que puede cambiar cualquier rumbo, fuerza
capaz de tornar la oscuridad en un rayó de límpida luz.
El maestro sabe que debo regresar a mi patria amada, sabe de
mi pasión por los hielos eternos.
Ofrecerá con sus chicos un concierto de despedida aún sabiendo
que regresaré.
No tengo vestido de gala para la ocasión, una vez más acudiré
ala imaginación.
Los vecinos riegan la plaza del pueblo, el agua cristalina impedirá
que la tierra vuele sin destino fijo.
El viejo árbol que se encuentra en el centro parece un
testigo solemne y gigante.
Los músicos se ubican formando una media luna.
Siento que mi atuendo ha cambiado por un atuendo etéreo de
gasas volátiles que acompañan mi andar.
Extasiada escucho el concierto, alguien me alcanza un blanco
pañuelo para secar las lágrimas nacidas en la emoción.
Maestro quiero que sepas que disfruté cada instante de tu música,
el corazón estallaba al compás de los acordes, acordes celestiales generados
por tus chicos, chicos a los que no le preguntás quienes son ni de donde
vienen.
Maestro quiero que sepas que voy a difundir tu obra, desde
este rincón del mundo.
Maestro que limpias las almas hoy quiero que sepas de mi
cariño y reconocimiento, reconocimiento que verás plasmado cuando haga conocer
a otros de tu magnífica obra.
Gracias, se necesitan muchas personas como vos para vivir en
un mundo de paz y amor.
Maestro yo también quiero llegar al alma de personas como
vos.
http://www.youtube.com/watch?v=O6rgkCUstaE&feature=player_detailpage
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