Friday, March 29, 2019

SOLILOQUIO




No he tenido un descanso placentero.
Idéntico a la segunda quincena de cada mes desde los días trece, fecha en que nos internamos hasta el veintiocho en que tu corazón debilitado por el padecimiento sin sentido dejó de latir.
Al destino no le alcanzó el peor de los golpes que puede asestar a una madre.
Faltaba el broche de oro para concluir la peor de las torturas.
Reconocer tu cuerpo yaciente a las nueve de la mañana de un día tan soleado como frío del mes de agosto.
Sentados sobre un macetero con flores inexistentes, esperaban el paso de la ambulancia, tu prima y uno de tus hermanos de la vida.
No hacía falta nadie más.
El transporte blanco sin inscripciones estacionó para recibir la camilla.
No podía dar crédito a las imágenes que se sucedió con demasiada crueldad.
Tu luz propició las soportara con estoicismo.
Dentro de una funda mortuoria estaba tu cuerpo.
El cierre apenas estaba abierto.
Eso llevó a un intercambio de palabras gélidos con el personal de la morgue.
Con impunidad me pidieron que no corriera el cierre.
¿Cómo no lo haría si era la última vez que vería tu cuerpo entero?
¿Irresponsables, pensaron en que pese al dolor, no te despediría?
¿Cómo pudieron ser tan insensibles?
¡No intentaba despedir a una mascota!
Quería que en ese momento mi hijo adorado recibiera el último beso.
¿Se trató de un deseo desmesurado?
No les hice caso.
Descorrí el cierre de la bolsa funeraria.
Nadie impediría la despedida.
Estabas helado.
No es un frío conocido el que produce la falta de vida.
Las sensaciones son indescriptibles.
Sin saberlo allí comenzarían mis soliloquios.
Esas preguntas que realizo, constantemente, sin interlocutores de ninguna especie.
¡Por Dios qué locura!
No eras el mismo que había muerto horas antes.
El frío de las conservadoras de óbitos había dejado sus marcas.
Pese a todo estabas bellísimo descansando.
¿Sabés que pensé al verte tan abrazado por el sueño eterno?
Las líneas de tu rostro tenían un rictus de tristeza.
¿Habrá sido una ensoñación padecida por los seres a las que se nos arranco el alma sin anestesia?
En ese instante indescriptible comienza a gestarse el amor más desmesurado con la intención de encontrar paliativo al dolor producido por la muerte injustificable de quien trajimos a la vida para que existiera sin jamás pensar que la realidad podría extinguirse en un instante.
¿Quieren conocer mis lectores, como se desarrolla cada uno de mis días?
Son un soliloquio constante.
Pregunto sin condiciones para llegar al ágora del conocimiento.
¿Cuáles son los resultados?
Algunos conforman, otros pasan sin dejar huellas.
Hijito, como un autómata hoy desperté con las luces de la alborada filtrándose por la ventana del mi refugio.
Como cada uno de los mil trescientos que han pasado desde tu ausencia, las lágrimas silenciosas recorrían la superficie de mi rostro.
¿Cómo se hace para eludir el llanto, ante la inmensidad de un amor inquebrantable?
¿Es posible?
No sean necios.
No se puede.
Luego de continuar con las actividades marcadas por la rutina, sobre uno de los sillones, encontré una túnica blanca.
Un par de sandalias con tiras que llegaban por debajo de la rodilla,
El papiro traía una corona de laurel.
No era menester la usara.
Consulté el reloj, coincidente con la hora de nuestra despedida, pasaría por mí la máquina del tiempo.
¿Hacia dónde nos dirigiríamos?
Al Acrópolis de Atenas.
No consideré el emblema de los laureles.
Todos somos iguales ante cualquier ley sugerida por el hombre de cualquier época.
¿He sido irrespetuosa?
Es posible.
Me niego a ser cultora, de ciertos paradigmas,
¿Por qué?
Soy libre.
Solo puedo encadenarme en el amor hacia mi hijo.
Lo demás carece de existencia.
¿Con quién me encontraría en esta ocasión?
Nada más ni nada menos que con Sófocles, un joven que a edad temprana fue elegido gobernador de Atenas..
Tarea a la que renunciaría para dedicarse a la poseía y las demás expresiones literarias.
Joven brillante proveniente de una familia acomodada.
Desistió de las glorias fatuas de la política para cultivar el pensamiento.
Loable.
Mientras asciendo las escaleras que llevan al corazón del Acrópolis ateniense, pienso en la historia que guarda cada peldaño.
Admiro sus columnas imbuidas de arte.
¿Cuánto sufrimiento, se halla contenido en cada piedra blanca?
¿Qué cantidad de lágrimas ante la emoción del deber cumplido?
¿Se habrán perpetuado los recuerdos de esos mártires que fuero capaces de construir el punto de reunión de sabios y pensadores?
¿Allí se conservarán sus esencias?
¿Habrán sabido que estaban construyendo ágoras del conocimiento para la humanidad toda?
¿Quieren saber de mi sentir?
Respeto y admiración.
A Sófocles, pensador y poeta griego, pediré ayuda.
¿Cuáles son los motivos de mi solicitud?
Ayuda para comprende tu ausencia desde otro lugar.
¿Qué haré si contestas que no es viable?
Seguir perseverando en mi búsqueda hasta quedar exánime.
No existe en ningún mundo conocido, la posibilidad de detener a una madre intentando cristalizar cada una de sus utopías.
¿Es posible?
Solo si se tiene la fuerza de una fiera defendiendo a sus crías?
¿Podré cumplir mis anhelos?
Lo ignoro.
Vale el esfuerzo el intento.
¿Cuál es la única prioridad en mi vida?
Estar cerquita, del ser que más amo en la vida.
¿Perturban las distancias?
No si se tiene el escudo de los sueños incumplidos.
¿Hasta dónde avanzar?
Hasta encontrar a mi hijo.
¿Mi alma duda?
No.
Solo el raciocinio.
¿Temo por mi seguridad?
De ningún modo.
¿No advirtieron que quien propicia mi fuerza es el hijo que traje a la vida para que viviera?
¿Cuándo saldrán de esa necedad tan pasiva?
Sepan lo les temo.
Continuaré transitando mi derrotero hasta culminar mis sueños.
Poco me importa si me ayudan o me dejan como la flor del cactus en el desierto.
¿Podré sola?
¿Cuándo entenderán mi hijo me acompaña?
¿Por qué se han empecinado en derrotarme?
¿No han notado los pilares en los que me apoyo?
Espero que algún día no lejano dejen esta persecución sin demasiado sentido.
¿Poseo energía?
Sí.
Es la que a diario me sostiene.
¿Ustedes son importantes en mi vida?
Sinceramente no.
Si bien conozco cada una de sus realidades, los puedo desafiar a vencer a una madre que ama a su heredero de manera inconmensurable.
¿Conozco este juego siniestro?
No.
Solo puedo imaginarlo.
Tesoro que otorga luz a mis días nublados, llegaré a vos.
Quiero que sepas que luego de haber expresado los cuatro elementos, existentes en suelo terreno, dejaré descansar a todas las divinidades.
¿Existieron?
¿Solo fueron un mito aumentando por el pensamiento?
Lo ignoro.
Hoy en este día tan doloroso en que pude darte el último beso, quise conocieras a Sófocles.
No por su vida política que pudo haber sido exitosa, sino por elegir la expresión de todas las artes, generadoras de los sentimientos más nobles.
Te amo más que a nada en el mundo terreno o eterno.
No olvides cuanto te quiere tu mamá.

https://www.youtube.com/watch?v=t37ZiRcmF5g

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