Sonríe feliz, mientras piensa en los rostros de los amigos imaginarios.
Hace un tiempo las letras se habían plegado a una huelga, estaba en un sitio al que amó desde que lo conoció, en aquel momento, sintió que todo se esfumaba.
No podía dejar de recordar que en ese espacio había aprendido a enhebrar las letras que conformarían un cuento.
A veces le escribía al amor, elegía paisajes lejanos donde la belleza de la naturaleza estallara quería hacer llegar a quienes la leyeran la fragancia de las flores, el vuelo de un pájaro regresando al nido para alimentar a sus crías, el rumor de las olas que danzaban su danza de antaño.
No podía dejar de recordar que en ese espacio había aprendido a enhebrar las letras que conformarían un cuento.
A veces le escribía al amor, elegía paisajes lejanos donde la belleza de la naturaleza estallara quería hacer llegar a quienes la leyeran la fragancia de las flores, el vuelo de un pájaro regresando al nido para alimentar a sus crías, el rumor de las olas que danzaban su danza de antaño.
Extrañaba a sus amigos, miraba el contador de cuentos, el movimiento era casi imperceptible, igual confiaba.
El momento llegó sin anuncios previos, lentamente todos fueron ocupando los lugares de la casa.
Decidieron apagar el equipo de música, no había melodía más linda que la que ejecutaban los teclados.
Otra vez surgirían los cuentos, sostenidos por la imaginación sin límites, esa que desnuda el alma de quien escribe.
No buscaba reconocimiento, solo la caricia de un comentario que ensayaran sus amigos.
Otra vez surgirían los cuentos, sostenidos por la imaginación sin límites, esa que desnuda el alma de quien escribe.
No buscaba reconocimiento, solo la caricia de un comentario que ensayaran sus amigos.
No importaba en qué lugar del planeta se encontraran, los ideales se mantenían intactos.
Imaginariamente realizó una lista, faltaban algunos invitados, confiada dirigió sus pasos a la playa, el mar siempre tenía respuestas para ella, inmenso contestaría a las dudas que inquietas se alojaban en su mente.
Sentada en la arena miraba el horizonte, recordaba los nombres, algunos tenían rostro, la distancia impedía que se fundieran en un abrazo fraterno.
Aparecieron varias gaviotas en la playa, en sus picos portaban cintas de colores.En ese instante supo que otra vez podía anudar los lazos que los unían.
La esperanza de reencontrarlos era una llama encendida que jamás se apagaba.
La esperanza de reencontrarlos era una llama encendida que jamás se apagaba.
Pidió por los que no estaban, a gritos quería hacerles saber de su cariño.
Un viejo marino regresó de los cielos le dijo: No desesperes, todos los seres que hoy extrañas, que se han alejado por diferentes motivos llegarán en la próxima lancha.
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