Cómodas descansaban en sobrecitos en el exhibidor del supermercado, cada una estaba identificada por especie, tamaño, lugares aptos para la plantación , fecha de floración.
Ningún detalle se escapaba si se quería lograr un árbol o una bonita planta, o solamente flores multicolores a través de las semillas en cuestión, había diversidad que podría conformar los gustos más extravagantes, también se indicaban los cuidados que deberían brindárseles todo había sido meticulosamente calculado por el Instituto Expendedor de Semillas, ningún detalle librado al azar, la clientela debería seguir consumiendo para sus jardines las famosas semillas.
En un instante un sacudón violento las hizo despertar, manos gigantes daban vuelta el envoltorio para leerlo e instruirse respecto al manejo que le daban al producto recién adquirido.
Hasta que las depositaron en una canasta enorme en el baúl de un auto, las semillas creyeron estar en medio de un terremoto, con sus movimientos violentos.
Si ese era el agitado mundo de los colosos preferían quedarse pequeñitas en las corolas de las flores y que nadie se acordara de ellas.
Querían crecer, convertirse en árboles que pudieran dar sombra a los gigantes que hoy las manipulaban.
Cierta tarde, a la caída del sol, fueron separadas, cada una iría a ocupar un lugar en un cantero gigantesco.
Recuerdan el primer riego, parecía un vendaval de agua, ellas se sostenían con sus brotes a la tierra fecunda.
Pasó bastante tiempo hasta que las semillas se convirtieron en árboles, en su copas albergaban nidos y pájaros.
A sus pies buscaban la sombra aquello gigantes que hoy eran seres pequeños.
Actualmente sus ramas intentan acariciar el cielo, son gigantes fuertes, vigorosos que deben su vida a los ciclos de la naturaleza y al alimento que les ofreció la tierra.
La brisa mece sus copas, pareciera que estos nuevos seres gigantescos, con un movimiento ondulante saludan a todos los seres pequeños que quieran descansar a sus pies.
Emiten un quejido, cuando dos enamorados con elementos filosos dañan su tronco, lacerados muestran sus entrañas.
Cada uno de nosotros para cualquier semilla somos seres enormes comparados con su tamaño.
Al transformarse en árboles llenos de fuerza, los seres humanos quedan pequeñitos ante la belleza que brinda la naturaleza.
Ningún detalle se escapaba si se quería lograr un árbol o una bonita planta, o solamente flores multicolores a través de las semillas en cuestión, había diversidad que podría conformar los gustos más extravagantes, también se indicaban los cuidados que deberían brindárseles todo había sido meticulosamente calculado por el Instituto Expendedor de Semillas, ningún detalle librado al azar, la clientela debería seguir consumiendo para sus jardines las famosas semillas.
En un instante un sacudón violento las hizo despertar, manos gigantes daban vuelta el envoltorio para leerlo e instruirse respecto al manejo que le daban al producto recién adquirido.
Hasta que las depositaron en una canasta enorme en el baúl de un auto, las semillas creyeron estar en medio de un terremoto, con sus movimientos violentos.
Si ese era el agitado mundo de los colosos preferían quedarse pequeñitas en las corolas de las flores y que nadie se acordara de ellas.
Querían crecer, convertirse en árboles que pudieran dar sombra a los gigantes que hoy las manipulaban.
Cierta tarde, a la caída del sol, fueron separadas, cada una iría a ocupar un lugar en un cantero gigantesco.
Recuerdan el primer riego, parecía un vendaval de agua, ellas se sostenían con sus brotes a la tierra fecunda.
Pasó bastante tiempo hasta que las semillas se convirtieron en árboles, en su copas albergaban nidos y pájaros.
A sus pies buscaban la sombra aquello gigantes que hoy eran seres pequeños.
Actualmente sus ramas intentan acariciar el cielo, son gigantes fuertes, vigorosos que deben su vida a los ciclos de la naturaleza y al alimento que les ofreció la tierra.
La brisa mece sus copas, pareciera que estos nuevos seres gigantescos, con un movimiento ondulante saludan a todos los seres pequeños que quieran descansar a sus pies.
Emiten un quejido, cuando dos enamorados con elementos filosos dañan su tronco, lacerados muestran sus entrañas.
Cada uno de nosotros para cualquier semilla somos seres enormes comparados con su tamaño.
Al transformarse en árboles llenos de fuerza, los seres humanos quedan pequeñitos ante la belleza que brinda la naturaleza.
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