Viernes, el fin de semana espera.
Se prepara para ir a su trabajo, está cansada de las turbulencias económicas que se presentan en el país.
Eligió un trajecito, la primavera en Buenos Aires era poco constante, amanecía con sol, por la tarde la lluvia furiosa se convertía en un vendaval, arrancando los árboles, las hojas recién nacidas morirían en la vereda.
Cariñosa saludó a sus compañeros, ocupando su escritorio.
Otro día monótono sin cambios que hicieran presagiar una esperanza.
Consultó el reloj en una hora cerrarían las operaciones del mercado de valores.
Papeles en el piso, insignificantes en el mundo de gigantes se mezclan con las colillas de cigarrillos mal apagados.
Se prepara para ir a su trabajo, está cansada de las turbulencias económicas que se presentan en el país.
Eligió un trajecito, la primavera en Buenos Aires era poco constante, amanecía con sol, por la tarde la lluvia furiosa se convertía en un vendaval, arrancando los árboles, las hojas recién nacidas morirían en la vereda.
Cariñosa saludó a sus compañeros, ocupando su escritorio.
Otro día monótono sin cambios que hicieran presagiar una esperanza.
Consultó el reloj en una hora cerrarían las operaciones del mercado de valores.
Papeles en el piso, insignificantes en el mundo de gigantes se mezclan con las colillas de cigarrillos mal apagados.
Las computadoras imprimen los resúmenes del día, los empleados cotejan los números con los de la pizarra electrónica.
Sobre el paño negro números rojos preanuncian la crisis, solo unos pocos de color verde traerán una sensación de alivio.
Desde su escritorio observa los gestos adustos, otros gritan insatisfechos, las ganancias vuelan como pájaros con destino incierto.
Todo es caos, incertidumbre.
Afuera llueve, espera que las gotas gélidas puedan cambiar los ánimos.
Camina bajo el agua, quiere despejarse.
Al llegar a su domicilio busca el comprobante de sus ahorros, los números se ríen, la casa de sus sueños está a punto de esfumarse lentamente.
¿Los gigantes le permitirán cristalizar sus deseos?
Hace tiempo que dejó de creer en las utopías, quitó horas al sueño para incrementar los ahorros que le permitieran adquirir la casa que habitaría con el amor de su vida.
Soñó con jardines poblados de flores, regalando su fragancia por doquier.
La piscina sería solo un espejismo.
Llora en silencio hasta quedar sumida en un profundo sueño.
Hace tiempo que dejó de creer en las utopías, quitó horas al sueño para incrementar los ahorros que le permitieran adquirir la casa que habitaría con el amor de su vida.
Soñó con jardines poblados de flores, regalando su fragancia por doquier.
La piscina sería solo un espejismo.
Llora en silencio hasta quedar sumida en un profundo sueño.
Prisionera de los números se permite proyectar el futuro, quiere desterrar para siempre la palabra crisis.
¿Cómo hacerlo si el gigante la ha convertido en un ser casi imperceptible?.
Lunes por la mañana, todo tiende a la normalidad, las bolsas del mundo lentamente se recuperan.
Un poco de euforia le permite soñar nuevamente, para ello el gigante deberá dormirse para siempre.
El despertador hace sonar la alarma, es hora de comenzar nuevamente.
El despertador hace sonar la alarma, es hora de comenzar nuevamente.
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